La pastora de ocas en la fuente


井边的牧鹅女


En una ocasión había una buena vieja que vivió con una manada de gansos en un desierto en medio de las montañas, donde tenía su habitación. El desierto se hallaba en lo más espeso de un bosque, y todas las mañanas cogía la vieja su muleta e iba a la entrada del bosque con paso trémulo. Una vez allí, la buena vieja trabajaba con una actividad de que no se la hubiera creído capaz al ver sus muchos años, recogía hierba para sus gansos, alcanzaba las frutas salvajes que se hallaban a la altura a que podía llegar, y lo llevaba luego todo a cuestas. Parecía que iba a sucumbir bajo semejante peso; pero siempre le llevaba con facilidad hasta su casa. Cuando encontraba a alguien le saludaba amistosamente. "Buenos días, querido vecino, hace muy buen tiempo. Os extrañará sin duda que lleve esta hierba; pero todos debemos llevar acuestas nuestra carga." No gustaba, sin embargo, a nadie el encontrarla y preferían dar un rodeo, y si pasaba cerca de ella algún padre con su hijo, le decía: "Ten cuidado con esa vieja; es astuta como un demonio; es una hechicera."
Una mañana atravesaba el bosque un joven muy guapo; brillaba el sol, cantaban los pájaros, un fresco viento soplaba en el follaje, y el joven estaba alegre y de buen humor. Aún no había encontrado un alma viviente, cuando de repente distinguió a la vieja hechicera en cuclillas cortando la hierba con su hoz. Había reunido ya una carga entera en su saco y al lado tenía dos cestos grandes, llenos basta arriba de peras y manzanas silvestres. "Abuela," le dijo, "¿cómo pensáis llevar todo eso?" - "Pues tengo que llevarlo, querido señorito," le contestó, "los hijos de los ricos no saben lo que son trabajos. Pero a los pobres se les dice:
Es preciso trabajar,
No habiendo otro bienestar."
"¿Queréis ayudarme?" añadió la vieja viendo que se detenía, "aún tenéis las espaldas derechas y las piernas fuertes: esto no vale nada para vos. Además, mi casa no está lejos de aquí: está en un matorral, al otro lado de la colina. Treparéis allá arriba en un instante." El joven tuvo compasión de la vieja, y la dijo: "Verdad es que mi padre no es labrador, sino un conde muy rico; sin embargo, para que veáis que no son sólo los pobres los que saben llevar una carga, os ayudaré a llevar la vuestra." - "Si lo hacéis así," contestó la vieja, "me alegraré mucho. Tendréis que andar una hora; ¿pero qué os importa? También llevaréis las peras y las manzanas." El joven conde comenzó a reflexionar un poco cuando le hablaron de una hora de camino; pero la vieja no le dejó volverse atrás, le colgó el saco a las espaldas y puso en las manos los dos cestos. "Ya veis," le dijo, "que eso no pesa nada." - "No, esto pesa mucho," repaso el conde haciendo un gesto horrible, "vuestro saco es tan pesado, que cualquiera diría que está llenó de piedras; las manzanas y las peras son tan pesadas como el plomo; apenas tengo fuerza para respirar." Tenía mucha gana de dejar su carga, pero la vieja no se lo permitió. "¡Bah! no creo," le dijo con tono burlón, "que un señorito tan buen mozo, no pueda llevar lo que llevo yo constantemente, tan vieja como soy. Están prontos a ayudaros con palabras, pero si se llega a los hechos, sólo procuran esquivarse. ¿Por qué," añadió, "os quedáis así titubeando? En marcha, nadie os librará ya de esa carga." Mientras caminaron por la llanura, el joven pudo resistirlo; pero cuando llegaron a la montaña y tuvieron que subirla, cuando las piedras rodaron detrás de él como si hubieran estado vivas, la fatiga fue superior a sus fuerzas. Las gotas de sudor bañaban su frente, y corrían frías unas veces, ardiendo otras, por todas las partes de su cuerpo. "Ahora," la dijo, "no puedo más, voy a descansar un poco." - "No," dijo la vieja, "cuando hayamos llegado podréis descansar; ahora hay que andar. ¿Quién sabe si esto podrá servirte para algo?" - "Vieja, eres muy descarada," dijo el conde. Y quiso deshacerse del saco, mas trabajó en vano, pues el saco estaba tan bien atado como si formara parte de su espalda. Se volvía y revolvía, pero sin conseguir soltar la carga. La vieja se echó a reír, y se puso a saltar muy alegre con su muleta. "No os incomodéis, mi querido señorito," le dijo, "estáis en verdad encarnado como un gallo; llevad vuestro fardo con paciencia; cuando lleguemos a casa os daré una buena propina." ¿Qué había de hacer? tenía que someterse y arrastrarse con paciencia detrás de la vieja, que parecía volverse más lista a cada momento mientras, que su carga era cada vez más pesada. De repente toma carrera salta encima de su saco, y se sienta sobre él; aunque estaba ética, pesaba doble que la aldeana más robusta. Las rodillas del joven temblaron; pero cuando se detenía, le daba en las piernas con una varita. Subió jadeando la montaña y llegó por último a la casa de la vieja, en el mismo momento en que, próximo a sucumbir, hacía el último esfuerzo. Cuando los gansos distinguieron a la vieja extendieron sus picos hacia arriba, sacaron el cuello hacia adelante, y salieron a su encuentro dando gritos de "¡hu! ¡hu!" Detrás de la bandada iba una muchacha alta y robusta pero fea como la noche. "¡Madre!" dijo a la vieja, "¿os ha sucedido algo? Habéis estado fuera mucho tiempo." - "No, hija mía," la contestó, "no me ha sucedido nada malo, por el contrario, este buen señorito, que ves aquí, me ha traído mi hierba, y además, como yo estaba cansada, me ha traído también a cuestas. El camino no me ha parecido muy largo, estábamos de buen humor y hemos tenido una conversación muy agradable." La vieja, por último, se dejó caer al suelo, quitó la carga de la espalda del joven, los cestos de sus manos, le miró alegremente, y le dijo: "Ahora sentaos en ese banco que está delante de la puerta, y descansad. Habéis ganado lealmente vuestro salario y no le perderéis." Después dijo a la joven que cuidaba los gansos: "Vuelve a casa, hija mía, no está bien que te quedes aquí sola con este señorito; no se debe poner la leña junto al fuego, podría enamorarse de ti." El conde ignoraba si debía reírse o llorar. Una mujer de esa clase, dijo por lo bajo, no podía esperar mucho de mi corazón, aunque no tuviera más que treinta años. La vieja sin embargo, cuidó a los gansos como si fueran sus hijos; después entró con su hija en su casa. El joven se echó en el banco bajo un manzano silvestre. La atmósfera estaba serena y no hacia calor; alrededor suyo se extendía una pradera de prímulas, tomillo y otras mil clases de flores; en su centro murmuraba un claro arroyo, dorado por los rayos del sol, y los blancos gansos se paseaban por la orilla o se sumergían en el agua. "Este lugar es delicioso," dijo, "pero estoy tan cansado, que se me cierran los ojos; quiero dormir un poco, siempre que el aire no me lleve las piernas, pues están tan ligeras como la hierba."
En cuanto durmió un instante vino la vieja y le despertó meneándole. "Levántate," le dijo, "no puedes quedarte aquí. Te he atormentado un poco, es verdad; pero no te ha costado la vida. Ahora voy a darte tu salario; tú no necesitas dinero, ni bienes; te daré otra cosa." Diciendo esto le puso en la mano una cajita de esmeralda, de una sola pieza. "Guárdala bien," le dijo, "te traerá la fortuna." El conde se levantó y viendo que estaba descansado y había recobrado sus fuerzas, dio gracias a la vieja por su regalo y se puso en camino sin pensar un instante en mirar a la hermosa ninfa. Se hallaba ya a alguna distancia cuando oía todavía a lo lejos el alegre grito de los gansos.
El conde permaneció tres días perdido en aquellas soledades antes de poder encontrar el camino. Por último llegó a una ciudad, y como no le conocía nadie, se hizo conducir al palacio del rey, donde el príncipe y su mujer estaban sentados en su trono. El conde puso una rodilla en tierra, sacó de su bolsillo la caja de esmeralda y la depositó a los pies de la reina. Le mandó levantarse y fue a presentarla su caja. Pero apenas la había abierto y mirado, cuando cayó en tierra como muerta. El conde fue detenido por los criados del rey, e iba a ser puesto en prisión, cuando la reina abrió los ojos y mandó que le dejaran libre, y que salieran todos, porque quería hablarle en secreto.
Cuando se quedó sola la reina se echó a llorar amargamente y dijo: "¿De qué me sirven el esplendor y los honores que me rodean? Todas las mañanas despierto llena de cuidados y de aflicciones. He tenido tres hijas, la menor de las cuales era tan hermosa que todas la miraban como una maravilla. Era blanca como la nieve, colorada como la flor del manzano, y brillaban sus cabellos como los rayos del sol. Cuando lloraba no eran lágrimas las que caían de sus ojos, sino perlas y piedras preciosas. Cuando llegó a la edad de trece años, mandó el rey venir a sus tres hijas delante de su trono. Era digno de ver cómo abría todo el mundo los ojos cuando entró la menor; creía uno presenciar la salida del sol. El rey dijo: 'Hijas mías, ignoro cuando llegará mi último día; quiero decidir desde hoy lo que debe recibir cada una de vosotras después de mi muerte. Las tres me amáis, pero la que me ame más tendrá la mejor parte.' Cada una dijo que era ella la que amaba más a su padre. '¿No podríais,' repuso el rey, 'explicarme todo lo que me amáis? Así sabré cuáles son vuestros sentimientos.' La mayor dijo: 'Amo a mi padre como al azúcar más dulce.' La segunda: 'Amo a mi padre como al vestido más hermoso.' Pero, la menor guardó silencio. '¿Y tú,' dijo su padre, 'cómo me amas?' - 'No sé,' respondió, 'y no puedo comparar mi amor a nada.' Pero el padre insistió en que designara un objeto. Al fin dijo: 'El mejor de los manjares no tiene gusto para mí si carece de sal; pues bien, yo amo a mi padre como a la sal.' - 'Puesto que me amas como a la sal,' recompensaré, 'también tu amor con sal.' Repartió su reino entre sus dos hijas mayores, e hizo atar un saco de sal a la espalda de la más joven, y mandó dos criados que la condujesen a un bosque inculto. Todos nosotros hemos llorado y suplicado por ella, más no ha habido medio de apaciguar la cólera del rey. ¡Cuánto ha llorado, cuando ha tenido que separarse de nosotros! Ha sembrado todo el camino con las perlas que han caído de sus ojos. El rey no ha tardado en arrepentirse de su crueldad, y ha hecho buscar a la pobre niña por todo el bosque, pero nadie ha podido encontrarla. Cuando pienso en si se le habrán comido las fieras salvajes no puedo vivir de tristeza; a veces me consuelo con la esperanza de que vive todavía y que está oculta en una caverna, o que ha encontrado un asilo entre personas caritativas. Pero lo que me admira es que cuando he abierto vuestra caja de esmeralda encerraba una perla semejante en todo a las que caían de los ojos de mi hija, por lo que podéis imaginar cuánto se ha conmovido a esta vista mi corazón. Es preciso que me digáis cómo habéis llegado a poseer esta perla." El conde la refirió que la había recibido de la vieja del bosque que le había parecido ser una mujer extraña y tal vez hechicera, pero que no había visto ni oído nada que tuviera relación con su hija. El rey y la reina tomaron la resolución de ir a buscar a la vieja, esperando que allí donde se había encontrado la perla hallarían también noticias de su hija.
Estaba la vieja en su soledad, sentada a la puerta junto a su rueca e hilaba. Era ya de noche, y algunas astillas que ardían en el hogar esparcían una débil claridad. De repente oyó ruido fuera: los gansos entraron del matorral a la habitación, dando el más ronco de sus gritos. Poco después entró la joven a su vez. Apenas la vieja la saludó y se contentó con menear un poco la cabeza. La joven se sentó a su lado, cogió su rueca y torció el hilo con la misma ligereza que hubiera podido hacerlo la muchacha más lista. Permanecieron dos horas así sentadas sin decirse una palabra. Sintieron por último ruido junto a la ventana y vieron brillar dos ojos de fuego. Era un mochuelo que gritó tres veces ¡hu! ¡hu! La vieja, sin levantar apenas los ojos, dijo: "Ya es tiempo, hijo mía, de que salgas para hacer tu tarea."
Se levantó y salió. ¿Dónde iba? Lejos, muy lejos, al prado junto al valle. Llegó por último, orilla de una fuente, a cuyo lado se hallaban tres encinas. La luna, se mostraba redonda y llena encima de la montaña, y daba tanta luz, que se podía buscar un alfiler. La niña levantó una piel que cubría su rostro, se inclinó hacia la fuente y comenzó a lavarse. Cuando hubo concluido, metió la piel en el agua de la fuente para que blanquease y se secara a la luz de la luna. ¡Pero qué cambiada estaba la niña! Nunca se ha visto nada semejante. En cuanto desató su trenza gris, sus cabellos dorados brillaban como rayos del sol, y se extendieron como un manto sobre todo su cuerpo. Sus ojos lucían como las estrellas del cielo, y sus mejillas tenían el suave color rosado de la flor del manzano.
Pero la joven estaba triste. Se sentó y lloró amargamente. Las lágrimas cayeron unas tras otras de sus ojos y rodaron hasta el suelo entre sus largos cabellos. Hubiera permanecido allí largo tiempo, si el ruido de algunas ramas que crujían en un árbol próximo no hubiera llegado a sus oídos. Saltó como un corzo que ha oído el disparo del cazador. La luna se hallaba velada en aquel instante por una nube sombría; la niña se cubrió en un momento con la vieja piel y desapareció como una luz apagada por el viento.
Corrió hacia la casa temblando como la hoja del álamo. La vieja estaba a la puerta de pie; la joven quiso referirla lo que la había sucedido, pero la vieja sonrió con cierta gracia y la dijo: "Todo lo sé." La condujo al cuarto y encendió algunas astillas. Pero no se sentó junto a su hija; cogió una escoba y comenzó a barrer y a sacudir el polvo. "Todo debe estar limpio y arreglado aquí," dijo a la joven. "Pero madre mía," repuso esta, "es muy tarde para comenzar este trabajo. ¿A qué viene eso?" - "¿Sabes la hora que es?" la preguntó la vieja. "Aún no son las doce," repuso la joven, "pero ya han dado las once." - "¿No recuerdas," continuó la vieja, "que hace tres años hoy que has venido a mi casa? El plazo ha concluido, no podemos continuar más tiempo juntas." La joven dijo asustada: "¡Ah! buena madre, ¿queréis echarme? ¿dónde iré? Yo no tengo amigos, ni patria, donde hallar un asilo. He hecho todo lo que habéis querido y habéis estado siempre contenta conmigo, no me echéis." La vieja no quería decir a la niña lo que iba a suceder. "No puedo permanecer aquí más tiempo," la dijo, "pero cuando deje esta morada, es preciso que la casa y el cuarto estén limpios. No me detengas, pues, en mi trabajo. En cuanto a ti no tengas cuidado; hallarás un techo en el que podrás habitar y quedarás contenta también con la recompensa que te daré." - "Pero decidme lo que va a pasar," preguntó la joven otra vez. "Te lo repito, no me interrumpas en mi trabajo. No digas una palabra más: ve a tu cuarto, quítate la piel que cubre tu rostro, y ponte el vestido que traías cuando has venido a mi casa; después quédate en tu cuarto hasta que yo te llame."
Pero debo volver a hablar del rey y de la reina, que habían partido con el conde para ir a buscar a la vieja a su soledad. El conde se había separado de ellos durante la noche, y se vio obligado a continuar solo su camino. Al día siguiente le pareció que estaba en el buen camino, y continuó andando hasta cerca del anochecer. Entonces subió a un árbol para pasar la noche, pues temía extraviarse. Cuando alumbró la luna el terreno, distinguió una persona que bajaba de la montaña. Llevaba una vara en la mano, por lo que conoció que era la joven que guardaba los gansos que había visto en la casa de la vieja. ¡Ah! dijo, viene hacia aquí, ya veo a una de las dos hechiceras: la otra no puede escapárseme. Pero ¡cuál fue su asombro cuando la vio acercarse a la fuente, quitarse la piel; cuando la cubrieron sus dorados cabellos y se mostró más hermosa que ninguna de las mujeres que había visto en el mundo! Apenas se atrevía a respirar, pero alargaba el cuello todo lo que podía; a través del follaje, y la miraba sin volver los ojos; ya fuese que se hubiera inclinado demasiado, o por cualquier otra causa, crujió de repente una rama, y vio a la joven en el mismo instante oculta bajo la piel; saltó como un corzo y habiéndose ocultado la luna en aquel momento, se escapó a sus miradas.
Apenas hubo desaparecido, bajó el joven del árbol, y se puso a perseguirla a toda prisa. No había dado más que algunos pasos, cuando vio entre el crepúsculo dos personas que marchaban a través de la pradera. Eran el rey y la reina que habían distinguido desde lejos una luz en la casa de la vieja y se dirigían hacia aquel lado. El conde les refirió las maravillas que había visto cerca de la fuente y no dudaron que hablaba de su perdida hija. Avanzaron alegres y bien pronto llegaron a la casa. Los gansos estaban colocados a su alrededor, dormían con la cabeza oculta bajo las alas, y ninguno se movía. Miraron por la ventana dentro de la habitación, y vieron a la vieja sentada e hilando con la mayor tranquilidad, inclinando la cabeza y sin mover los ojos. El cuarto estaba tan limpio como si estuviera habitado por esas pequeñas sílfides aéreas que no tienen polvo en los pies. Pero no vieron a su hija. Lo miraron todo durante algunos momentos, se animaron por último, y llamaron suavemente a la ventana. Se hubiera dicho que los esperaba la vieja, pues se levantó y les dijo con su voz rústica: "Entrad, ya sé quién sois." En cuanto entraron en el cuarto, añadió la vieja: "Hubierais podido ahorraros ese largo camino, si no hubierais echado injustamente, hace tres años, a vuestra hija que es tan buena y tan graciosa. Nada ha perdido, pues durante tres años ha guardado gansos, en cuyo tiempo no ha aprendido nada malo y ha conservado la pureza de su corazón. Pero estáis suficientemente castigados con la inquietud en que habéis vivido." Después se acercó al cuarto, y dijo: "Sal, hija mía." Se abrió la puerta y salió la hija del rey vestida con su traje de seda, con sus cabellos dorados y sus ojos brillantes. Se hubiera dicho que descendía un ángel del cielo.
Corrió hacia su padre y su madre, se lanzó a su cuello, y abrazó a todos llorando sin poder contenerse. El joven conde se hallaba a su lado y cuando le vio, su rostro se puso encarnado como una rosa; ella misma ignoraba la causa. El rey dijo: "Querida hija, ya he repartido mi reino; ¿qué podré darte a ti?" - "No necesita nada," dijo la vieja, "yo la doy las lágrimas que ha vertido por vosotros; son otras tantas perlas más hermosas que las que se hallan en el mar y son de un precio mucho mayor que todo vuestro reino. Y en recompensa de sus servicios, la doy mi pequeña casa." La vieja desapareció en cuanto dijo estas palabras. Oyeron entonces crujir ligeramente las paredes, y cuando se volvieron encontraron la pequeña casa convertida en un soberbio palacio; una mesa real se hallaba delante de los huéspedes, y los criados iban y venían alrededor.
La historia continúa todavía; pero mi abuela que me la ha referido había perdido un poco la memoria y olvidó lo demás. Creo, sin embargo, que la hermosa hija del rey se casó con el conde; que permanecieron juntos en el palacio, y que vivieron en la mayor felicidad todo el tiempo que Dios quiso. Si los gansos blancos que se guardaban cerca de la casa eran otras tantas jóvenes (no lo echéis a mala parte) que la vieja había recogido a su lado, si tomaron figura humana y quedaron en calidad de damas al lado de la reina, no puedo decirlo aunque lo presumo. Lo cierto es que la vieja no era una hechicera, sino una buena hada que no quería más que hacer bien. Probablemente también fue ella quien concedió a la hija del rey a su nacimiento el don de llorar perlas en vez de lágrimas. Esto no sucede ahora, pues entonces los pobres serían bien pronto ricos.
从前有一个老婆婆,她和一群鹅住在大山之间的荒野里,荒野的四周环绕着一片大森林。 每天清晨,老婆婆都要拄着拐杖,颤颤巍巍地走到森林中去,她在那儿不停地忙着,别人真无法相信她这么大的年纪了还能做这么多事:她要替自己的鹅打草,用手采摘野果,还要把所有的这些东西背回家去。 别人一定以为这么重的东西一定会把她压倒在地,可是她却总是能够把它们全都背回去。 如果她碰到别人,她都会十分和蔼地向他打招呼:"你好呀,亲爱的老乡,今天天气可真不错哩。是的,你看见我拖着这么多草准会吃惊,可是每个人都得背起他自己的负担啊。"不过,人们宁可绕弯路也还是不愿遇见她。 如果一位父亲带着他的儿子从她身边经过,他便会悄悄地对儿子说:"小心这个老太婆,她是一个非常狡猾的女巫。"
一天早晨,一个英俊的少年在林中漫步。 清晨的森林,阳光明媚,鸟儿欢唱,阵阵凉风轻拂着树叶,此时的少年心情舒畅极了。 就在这时,他突然看见了那个老太婆,她正跪在地上用镰刀割草哩。 她已经割了一大捆草,她的身旁还放着两个装满了野梨和苹果的篮子。 "嗨,老太太,"少年说,"你一个人怎么搬得动这么多东西呢?""我不搬不行啊,亲爱的先生,"她回答道,"有钱人家的少爷不用干这个。可是有句俗语说得好:'别东张西望,你的背像弯弓一样。'"
"你愿意帮帮我吗?"老太婆看到少年还站着没走,便问道,"你的背还是直直的,腿脚还很利落,干这个并不难。再说我家离这儿并不太远,就在这座山后面的荒原上,很快就能走到。"这时少年对这个老太婆充满了同情,便说:"虽然我的父亲不是农民而是一位富有的伯爵,可是为了让你看看并不是只有农民才能干重活儿,我愿意帮你把这些东西背回去。""如果是这样的话,那我太高兴了,"她说,"你得走上一小时,可这对你又算得了什么呢?对了,那边的梨子和苹果你也得背上。"年轻的伯爵听说要走上一小时的路,变得有些犹豫了。 可是老太婆并不放过他,而是马上把草捆放在了他的背上,再把两只篮子挎在他的手腕上。 "你瞧,这不是挺轻松的吗?"她说。 "不,并不轻松。"小伯爵愁容满面地说道,"这些草捆在背上非常沉,好像里面尽是装的大石头。苹果和梨子也重得像灌了铅一样,我被压得都快要憋不过气来了。"他很想把东西全都放下,可是老太婆不让他这么干。 "瞧,"她嘲讽地说道,"你这位年轻的先生连我这个老太婆经常搬的东西都搬不动。你说起漂亮话来倒是蛮厉害的,真要干起来的时候却想逃之夭夭,你还站在那儿干嘛呢?"她继续说道,"走吧,快抬腿!没有人会替你背的。"只要走的是平路,年轻人还顶得住,可是当他们来到山前,不得不往上爬,而脚下的石头又一个个像是活了似的往下滚的时候,他就吃不消了。 只见他不仅额头上挂着一颗颗的汗珠儿,身上也是汗流浃背的,让他觉得一会儿冷,一会儿热。 "老婆婆,"他说,"我不行了,想休息休息。""不行!"老太婆回答说,"我们到了以后,你才可以休息,现在你还得往前走。谁知道你打的是什么主意呢?""老太婆,你好不讲理!"小伯爵说着就想放下背上的草捆,可他是白费心机,因为那个包袱牢牢地挂在了他的背上,像是长在了他身上一样。 他急得转过来,又转过去,可是怎么也摆脱不掉。 见此情形,老太婆高兴得哈哈大笑,在那儿拄着拐棍乱蹦乱跳。 "别生气,亲爱的先生,"她说,"你的脸红得像一只火鸡。耐心一点背你的包袱吧,到家后我会多多给你赏钱的。"小伯爵无可奈何,只好认命,耐着性子跟在老太婆的身后慢慢地走着。 老太婆好像变得越来越矫健,而他的负荷却变得越来越沉重。 突然,她往上一跳,跳到草捆上坐了下来。 虽然她骨瘦如柴,却比那种最胖的乡下姑娘还要重。 年轻人两膝打颤,可是他要是不往前走,老太婆便会用树枝和麻杆抽打他的腿。 他就这么气喘嘘嘘地爬上了山,终于到了老太婆的家,这时他累得差不多快要倒下去了。 那些鹅一看见老太婆便竖起它们的翅膀,伸长脖子嘎嘎嘎地朝她跑了过来。 一个妇人手里拿着一根树枝,跟在那群鹅的后面走了过来。 她又高又壮,丑得像个母夜叉。 "妈妈,"她对老太婆说,"怎么啦,你怎么才回来?""没什么,我的女儿,"老太婆回答说,"我没遇到什么坏事,恰恰相反,这位好心的先生帮我把东西背回来了哩。当我走累了,他还连我也一起背了上来。这段路对我们来说根本不算远,我们一路上非常高兴,还一直闹着玩儿呐。"终于,老太婆走了过来,从年轻人的背上把草捆取了下来,并接过他手腕上的篮子,非常和蔼地看着他说,"现在你坐到门口的长凳上去好好休息一下吧。你应该得到的那一份报酬,我是不会少你的。"然后她对牧鹅女说,"我的女儿,你进屋去,你不适合同一位年轻的先生单独待在一起。咱们不应该火上浇油,否则他会爱上你的。"伯爵听了哭笑不得,心想:"这样一个活宝,哪怕她再年轻三十岁,也打动不了我的心。"这时,只见那老太婆像抚摸自己的孩子一样抚摸着她的那群鹅,随后便同女儿一道进屋去了。 于是,少年便在野苹果树下的一条长凳上躺了下来。 山上的空气清新宜人,周围是一大片绿色的草地,草地上开满了樱草、野麝香和各色各样的花儿;一条清清的小溪从草地间流过,水面上波光鳞鳞;那些白白的鹅,有的在水中漫步,有的在水中嬉戏玩耍。 "这儿可真美啊!"少年说道,"可是我累得连眼皮都抬不起来了,我得先睡一会儿才行。但可千万别起风呀,因为风儿一定会把我这双软得像火绒似的腿给吹跑的。"
刚刚睡着不一会儿,那老太婆就走了过来把他摇醒说:"起来,你不能留在这儿。是的,我把你累坏了,可是你不还是活得好好的吗?我现在就把你应得的报酬给你。金银财宝你不需要 ,我要给你一件别的东西。 "说着,她便把一只用一整块绿宝石雕刻而成的精制的小匣子放到了他的手中。然后又接着说:"好好保管它,它会给你带来幸福的。 "伯爵一听自己可以走了,便高兴得跳了起来,这时他人也清醒了,精神也好了,于是谢了那个老太婆便头也不回地朝山下走去,身后传来鹅群阵阵欢快的叫声。
小伯爵在荒野里转了三天才找到出去的路。 这时,他来到一个陌生的地方,因为当地没有人认识他,人们便把他带到了王宫里。 来到王宫,只见国王和他的王后正端坐在高高的宝座上。 于是他单膝跪地,从口袋里把绿宝石小匣子掏了出来,呈送给王后。 只见那王后还没等打开小匣子就昏倒在地了,国王的侍卫于是便把少年抓了起来,要把他送进牢房。 这时王后睁开眼睛并命令侍卫把他给放了,然后她让所有的人都退下,因为她要和小伯爵单独谈谈。
众人退下之后,只见王后伤心地哭了起来:"我虽然有享受不尽的荣华富贵,可是那又有什么用呢?我的生活里充满了忧愁和痛苦。我本来有三个女儿,其中最小的那个女儿最美丽,大家都说她美得像个天仙:她的皮肤像雪一样白,她的面庞像花儿一样娇艳,她的满头金发像阳光一样灿烂;她哭泣的时候,从眼睛里流下来的眼泪是一颗颗晶莹美丽的珍珠和宝石。她十五岁那年,国王把三个女儿全都叫到他的面前,你绝对想像不到当她像初升的太阳一般光彩照人地走进来时,在场的那些大臣们有多惊异!这时,国王问她们说,孩子们,我不知道自己什么时候会离你们而去,所以我要在今天决定你们每一个人在我死后能够得到些什么。你们三个都很爱我,但其中最爱我的那个却应得到最好的东西。三个女儿都说自己最爱他。于是国王就问,'你们能告诉我,你们是怎样爱我的吗?这样,我就知道你们是不是真心爱我了。'于是大女儿说,'我爱父亲就像爱最甜的甜点心。'接着,二女儿说,'我爱父亲就像爱我最漂亮的衣服。'可是最小的女儿却沉默不语,国王便问她,'你呢,我最亲爱的孩子,你是怎样爱我的呢?''我不知道,'她回答说,'没有任何东西能与我对你的爱相比。'可国王却坚持要她说,于是她终于说道,'您知道,没有盐,再好的美味佳肴我也不喜欢。所以,我爱父亲就像爱盐一样。'国王听了,非常生气地说,'既然你像爱盐一样爱我,那我就用盐来回报你对我的爱好了。'就这样,他把自己的王国分给了两个大女儿,却让侍从将一袋盐捆在小女儿身上,并命令他们把她扔到荒芜人烟的大森林里去。我们全都替她求情,可是国王还是没有回心转意。"王后哭着继续说道:"当小女儿不得不离开我们的时候,她哭得真伤心啊!整条路上都洒满了她的珍珠眼泪。没过多久,国王因自己这么严厉地惩罚了小女儿而深感后悔,便派人到森林中去寻找那可怜的孩子,可是找遍了整个大森林还是没有见到她的踪影。后来我只要一想到她有可能被野兽吃掉了,我就会伤心得不能自已。有时我又安慰自己,认为她也许还活着,要么藏在哪个山洞里了,要么被什么好心人收养了。可是,当我看到你给我的绿宝石小匣子,看见上面镶嵌着一颗珍珠,且它的形状和从我女儿眼睛里掉出来的珍珠眼泪一模一样的时候,你说我有多激动啊!你一定要告诉我,你是如何得到这颗珍珠的。"于是小伯爵便告诉她自己是从一个住在大森林中的老太婆那儿得到的。 国王和王后听了之后,便决定去寻找那个老太婆,因为他们认为她一定知道小公主的下落。
却说那个老太婆此时正坐在家里的纺车边纺纱织布,此时天已经黑了下来,她脚边的炉子里燃着的一块木炭发出了微弱的亮光。 这时,从远处突然传来一阵嘎嘎嘎的声音,原来是她的鹅群从草地上回来了 ,不一会儿,她的女儿也回来了。 可是老太婆却没怎么搭理她,只是对她点头示了意。 于是女儿便坐到她的身边,从她手中接过纺锤,像个年轻的姑娘一般灵巧地纺起线来。 她们就这样默默地干了两个小时,谁都没说一句话。 这时,她们听到有什么东西在窗外叫着,还看到有两只眼睛在忽闪忽闪地往里瞅着。 原来那是一只老猫头鹰在咕咕咕地叫哩。 于是老太婆抬头看了看天,然后说:
"时间到了,女儿,去干你的事儿吧。"
于是,姑娘便走了出去。 她到底要去哪儿呢? 只见她穿过草地然后继续朝前走去,一直走进山谷,最后她来到了三棵老橡树旁的井边。 这时,圆圆的月亮已经悄悄地爬上了山顶,皎洁的月光照在山谷里,一切都是那么明亮,仿佛针儿掉在地上也能找到。 只见她取下脸上的面皮,把头低下在井边洗了起来。 洗完脸后,她又把那张面皮浸到水里,然后再在草地上铺平凉干。 可是你绝对想像不到这个月光下的女孩是什么样子! 只见她那头花白的假辫子掉了下来,一头金发像阳光一样披散在肩头,仿佛像一件外套似的盖住了她的整个身躯。 她的两只眼睛像夜空中的星星一样晶莹剔透,娇嫩的双颊恰似那盛开的花儿。
可是美丽的少女却十分忧伤,她坐到地上,伤心地哭了起来,泪珠一颗颗地落到披散的头发间。 她就这样坐了很久,突然 ,附近的树林里发出了一阵沙沙的声音,她像一头听到猎人枪声的小鹿似的从地上一跃而起。 这时,月亮被一团星云遮住了,一眨眼,那姑娘又重新套上了她的面皮和假发,像一盏被风吹灭了的灯一样骤然消逝在树林之中。
姑娘像一片白杨树叶似的全身颤慄着跑回了家。 那老太婆这时正站在门边,姑娘想把发生的事情告诉她,可是她却笑着说:"我已经全知道了。"老太婆把姑娘带进屋里,然后在火炉里再加上了一块木头,可是她却没有坐到纺车前去,而是拿来一把扫帚,开始打扫屋子。 "一切都要弄得干干净净的才行。"她对姑娘说道。 "可是,妈妈,"姑娘说,"你为什么这么晚才开始干呢?你怎么啦?""你知不知道现在是几点钟?"老太婆问道。 "还没到午夜,"姑娘回答说,"可是已经过了十一点了。""你不记得了吗?你就是三年前的今天到我这儿来的呀!"老太婆继续说道,"你在我这儿的时间已经够久的了,你不能再待在这儿了。"姑娘吃了一惊,问:"唉,亲爱的妈妈,你难道想赶我走吗?你叫我去哪儿呢?我既没有朋友,也没有了家,我能上哪儿去呢?凡是你叫我做的活儿我都做了,你也对我挺满意,别赶我走吧!"老太婆不愿告诉她真正的原因,只是说:"我不再待在这儿了,可我搬走的时候,要把这儿打扫得干干净净的,所以不要妨碍我干活,你也不用担心,你会找到住处的。而且我将要给你的报酬你也会很满意的。""可是请你告诉我,到底会发生什么事呢?"姑娘继续问道。 "我再对你说一遍,不要妨碍我干活。不要再问了,回你的房间去,把脸上的面皮取下来,再穿上你当初来我这儿时穿的那件丝绸衣服,然后呆在你自己的房间里,直到我叫你出来为止。"
却说国王和王后以及小伯爵一起出了王宫,准备到荒野上去找那个老太婆。 夜里,小伯爵在森林里掉了队,只好一个人继续朝前走。 第二天,他才找到了那条上山的路,便不停地朝前赶路,一直走到天黑才爬到一棵树上,准备在那儿过夜。 当月亮出来的时候,他发现了一个人影从山上走了下来,虽然这人的手里没有拿鞭子,可是他却一眼认出这个人就是那个牧鹅女。 "呀,"他差点失声叫了出来,"是她,我刚刚才从一个巫婆的魔掌中逃出来,莫非现在又要落入另一个巫婆的魔掌?"可是,当他看到牧鹅女走到井边取下面皮,一头金色的长发披散在肩上的时候,他大吃了一惊,因为他一生也没见过像她那么美丽的女孩。 他大气都不敢出,却竭力伸长脖子,目不转睛地盯着这个美丽的姑娘。 也许是因为他的身体太往前倾,或是别的什么原因,'喀嚓'一声,一根树枝突然断了下来。 就在这时,只见姑娘飞快地套上面皮和假发,像小鹿似的跳了起来,在月亮被乌云遮住的一刹那,姑娘就在他的眼皮底下消失了。
她刚逃走,他便从树上飞快地跳了下来,紧跟在她身后。 没多久,他便看见夜色中有两个人影穿过草地,原来那是国王和王后。 他们远远地看见了老太婆屋里的亮光 ,便朝着这边走了过来。 这时,伯爵上前把他在井边见到的怪事告诉了他们,他们很快就确认那一定是他们失踪多年的女儿。 于是他们就兴高采烈地朝前走,很快便到了那个有亮光的小屋前。 只见那些鹅蹲成一圈,脑袋全都插进它们的翅膀里在睡觉哩。 他们三人朝窗户里看去,只见那老太婆一个人正坐在屋里纺线,又点了点头,却没有回头看。 屋子里打扫得干干净净,仿佛这儿住的全都是些脚上不会粘上灰尘的小雾人似的。 他们看了好一会儿,却没看见那个姑娘。 于是他们鼓足勇气,轻轻地敲了敲窗户。 这时,那个好像是一直在等着他们的老太婆站了起来,非常和蔼地说:"只管进来好了,我早就知道你们来了。"于是,他们走了进去,那老太婆又说:"要是你们三年前不把自己善良可爱的孩子赶出家门,那今天也不用走这么远的路了。只是她在这儿对她也没什么坏处,因为三年来,她只管放鹅,因此她那小小的心灵并没受到什么创伤,倒是你们却一直生活在焦虑不安之中,得到了应有的惩罚。"说完,她便走到另一扇门前,大声说:"出来吧,我的女儿。"这时,门儿打开了,从里面走出来一位身着袍子的美丽姑娘。 只见她一头金发披散在肩头,两只眼睛扑闪扑闪的,恰似一位下凡的仙女。
她朝着自己的父母走去,搂住他们不停地亲吻着,大家全都高兴得哭了起来。 这时,姑娘看见了站在他们身旁的这位年轻的伯爵,她的脸儿就像原野上那羞答答地绽开着的玫瑰。 这时,国王说:"亲爱的孩子,我的王国已经给了你的两个姐姐,我该拿什么送给你呢?""她什么都不需要,"老太婆说道,"我要把她为你们流的眼泪还给她,那全是一颗颗比从海里采撷出来的珍珠还要美、比你的整个王国还更珍贵的宝贝。还有,我要把这间小屋留给她,作为她在这儿放鹅的报酬。"话音刚落,那个老太婆便在他们面前消失了。 这时,他们听见四周的墙壁正在嘎嘎作,转头一看,原来这间小屋已变成了一座华丽的宫殿,御膳桌也已摆好,还有许多仆人正在忙着上菜哩!
故事到这儿还没完,可是给我讲这个故事的祖母已经记不清楚后面的情节了。 可我总认为,美丽的公主一定和伯爵结了婚,他们一定住在那座宫殿里,过着美满幸福的生活,一直到老。 而当初在小屋前饲养的那群小白鹅,是否是那些被老太太收养的少女--她们现在有没有恢复人形,并留在年轻的王后身边当侍女,我都不清楚,可是我想一定是这样的。 不过有一点是确信无疑的,那就是那个老太太不是人们所说的老巫婆,而是一位好心肠的女术士,并且让公主一生下来,哭出来的就不是眼泪,而是一颗颗珍珠的人,也多半是这位老太太。