La doncella sin manos


Elsiz Kız


A un molinero le iban mal las cosas, y cada día era más pobre; al fin, ya no le quedaban sino el molino y un gran manzano que había detrás. Un día se marchó al bosque a buscar leña, y he aquí que le salió al encuentro un hombre ya viejo, a quien jamás había visto, y le dijo:
- ¿Por qué fatigarse partiendo leña? Yo te haré rico sólo con que me prometas lo que está detrás del molino.
"¿Qué otra cosa puede ser sino el manzano?", pensó el molinero, y aceptó la condición del desconocido. Éste le respondió con una risa burlona:
- Dentro de tres años volveré a buscar lo que es mío -y se marchó.
Al llegar el molinero a su casa, salió a recibirlo su mujer.
- Dime, ¿cómo es que tan de pronto nos hemos vuelto ricos? En un abrir y cerrar de ojos se han llenado todas las arcas y cajones, no sé cómo y sin que haya entrado nadie.
Respondió el molinero:
- He encontrado a un desconocido en el bosque, y me ha prometido grandes tesoros. En cambio, yo le he prometido lo que hay detrás del molino. ¡El manzano bien vale todo eso!
- ¿Qué has hecho, marido? -exclamó la mujer horrorizada-. Era el diablo, y no se refería al manzano, sino a nuestra hija, que estaba detrás del molino barriendo la era.
La hija del molinero era una muchacha muy linda y piadosa; durante aquellos tres años siguió viviendo en el temor de Dios y libre de pecado. Transcurrido que hubo el plazo y llegado el día en que el maligno debía llevársela, lavóse con todo cuidado, y trazó con tiza un círculo a su alrededor. Presentóse el diablo de madrugada, pero no pudo acercársele y dijo muy colérico al molinero:
- Quita toda el agua, para que no pueda lavarse, pues de otro modo no tengo poder sobre ella.
El molinero, asustado, hizo lo que se le mandaba. A la mañana siguiente volvió el diablo, pero la muchacha había estado llorando con las manos en los ojos, por lo que estaban limpísimas. Así tampoco pudo acercársele el demonio, que dijo furioso al molinero:
- Córtale las manos, pues de otro modo no puedo llevármela.
- ¡Cómo puedo cortar las manos a mi propia hija! -contestó el hombre horrorizado. Pero el otro le dijo con tono amenazador:
- Si no lo haces, eres mío, y me llevaré a ti.
El padre, espantado, prometió obedecer y dijo a su hija: - Hija mía, si no te corto las dos manos, se me llevará el demonio, así se lo he prometido en mi desesperación. Ayúdame en mi desgracia, y perdóname el mal que te hago.
- Padre mío -respondió ella-, haced conmigo lo que os plazca; soy vuestra hija.
Y, tendiendo las manos, se las dejó cortar. Vino el diablo por tercera vez, pero la doncella había estado llorando tantas horas con los muñones apretados contra los ojos, que los tenía limpísimos. Entonces el diablo tuvo que renunciar; había perdido todos sus derechos sobre ella.
Dijo el molinero a la muchacha:
- Por tu causa he recibido grandes beneficios; mientras viva, todos mis cuidados serán para ti.
Pero ella le respondió:
- No puedo seguir aquí; voy a marcharme. Personas compasivas habrá que me den lo que necesite.
Se hizo atar a la espalda los brazos amputados, y, al salir el sol, se puso en camino. Anduvo todo el día, hasta que cerró la noche. Llegó entonces frente al jardín del Rey, y, a la luz de la luna, vio que sus árboles estaban llenos de hermosísimos frutos; pero no podía alcanzarlos, pues el jardín estaba rodeado de agua. Como no había cesado de caminar en todo el día, sin comer ni un solo bocado, sufría mucho de hambre y pensó: "¡Ojalá pudiera entrar a comer algunos de esos frutos! Si no, me moriré de hambre". Arrodillóse e invocó a Dios, y he aquí que de pronto apareció un ángel. Éste cerró una esclusa, de manera que el foso quedó seco, y ella pudo cruzarlo a pie enjuto. Entró entonces la muchacha en el jardín, y el ángel con ella. Vio un peral cargado de hermosas peras, todas las cuales estaban contadas. Se acercó y comió una, cogiéndola del árbol directamente con la boca, para acallar el hambre, pero no más. El jardinero la estuvo observando; pero como el ángel seguía a su lado, no se atrevió a intervenir, pensando que la muchacha era un espíritu; y así se quedó callado, sin llamar ni dirigirle la palabra. Comido que hubo la pera, la muchacha, sintiendo el hambre satisfecha, fue a ocultarse entre la maleza.
El Rey, a quien pertenecía el jardín, se presentó a la mañana siguiente, y, al contar las peras y notar que faltaba una, preguntó al jardinero qué se había hecho de ella. Y respondió el jardinero:
- Anoche entró un espíritu, que no tenía manos, y se comió una directamente con la boca.
- ¿Y cómo pudo el espíritu atravesar el agua? -dijo el Rey-. ¿Y adónde fue, después de comerse la pera?
- Bajó del cielo una figura, con un vestido blanco como la nieve, que cerró la esclusa y detuvo el agua, para que el espíritu pudiese cruzar el foso. Y como no podía ser sino un ángel, no me atreví a llamar ni a preguntar nada. Después de comerse la pera, el espíritu se retiró.
- Si las cosas han ocurrido como dices -declaró el Rey-, esta noche velaré contigo.
Cuando ya oscurecía, el Rey se dirigió al jardín, acompañado de un sacerdote, para que hablara al espíritu. Sentáronse los tres debajo del árbol, atentos a lo que ocurriera. A medianoche se presentó la doncella, viniendo del boscaje, y, acercándose al peral, comióse otra pera, alcanzándola directamente con la boca; a su lado se hallaba el ángel vestido de blanco. Salió entonces el sacerdote y preguntó:
- ¿Vienes del mundo o vienes de Dios? ¿Eres espíritu o un ser humano?
A lo que respondió la muchacha:
- No soy espíritu, sino una criatura humana, abandonada de todos menos de Dios.
Dijo entonces el Rey:
- Si te ha abandonado el mundo, yo no te dejaré.
Y se la llevó a su palacio, y, como la viera tan hermosa y piadosa, se enamoró de ella, mandó hacerle unas manos de plata y la tomó por esposa.
Al cabo de un año, el Rey tuvo que partir para la guerra, y encomendó a su madre la joven reina, diciéndole:
- Cuando sea la hora de dar a luz, atendedla y cuidadla bien, y enviadme en seguida una carta.
Sucedió que la Reina tuvo un hijo, y la abuela apresuróse a comunicar al Rey la buena noticia. Pero el mensajero se detuvo a descansar en el camino, junto a un arroyo, y, extenuado de su larga marcha, se durmió. Acudió entonces el diablo, siempre dispuesto a dañar a la virtuosa Reina, y trocó la carta por otra, en la que ponía que la Reina había traído al mundo un monstruo. Cuando el Rey leyó la carta, espantóse y se entristeció sobremanera; pero escribió en contestación que cuidasen de la Reina hasta su regreso.
Volvióse el mensajero con la respuesta, y se quedó a descansar en el mismo lugar, durmiéndose también como a la ida. Vino el diablo nuevamente, y otra vez le cambió la carta del bolsillo, sustituyéndola por otra que contenía la orden de matar a la Reina y a su hijo. La abuela horrorizóse al recibir aquella misiva, y, no pudiendo prestar crédito a lo que leía, volvió a escribir al Rey; pero recibió una respuesta idéntica, ya que todas las veces el diablo cambió la carta que llevaba el mensajero. En la última le ordenaba incluso que, en testimonio de que había cumplido el mandato, guardase la lengua y los ojos de la Reina.
Pero la anciana madre, desolada de que hubiese de ser vertida una sangre tan inocente, mandó que por la noche trajesen un ciervo, al que sacó los ojos y cortó la lengua. Luego dijo a la Reina:
- No puedo resignarme a matarte, como ordena el Rey; pero no puedes seguir aquí. Márchate con tu hijo por el mundo, y no vuelvas jamás.
Atóle el niño a la espalda, y la desgraciada mujer se marchó con los ojos anegados en lágrimas.
Llegado que hubo a un bosque muy grande y salvaje, se hincó de rodillas e invocó a Dios. Se le apareció el ángel del Señor y la condujo a una casita, en la que podía leerse en un letrerito: "Aquí todo el mundo vive de balde". Salió de la casa una doncella, blanca como la nieve, que le dijo: "Bienvenida, Señora Reina", y la acompañó al interior.
Desatándole de la espalda a su hijito, se lo puso al pecho para que pudiese darle de mamar, y después lo tendió en una camita bien mullida. Preguntóle entonces la pobre madre:
- ¿Cómo sabes que soy reina?
Y la blanca doncella, le respondió:
- Soy un ángel que Dios ha enviado a la tierra para que cuide de ti y de tu hijo.
La joven vivió en aquella casa por espacio de siete años, bien cuidada y atendida, y su piedad era tanta, que Dios, compadecido, hizo que volviesen a crecerle las manos.
Finalmente, el Rey, terminada la campaña, regresó a palacio, y su primer deseo fue ver a su esposa e hijo. Entonces la anciana reina prorrumpió a llorar, exclamando:
- ¡Hombre malvado! ¿No me enviaste la orden de matar a aquellas dos almas inocentes? -y mostróle las dos cartas falsificadas por el diablo, añadiendo: - Hice lo que me mandaste ­y le enseñó la lengua y los ojos.
El Rey prorrumpió a llorar con gran amargura y desconsuelo, por el triste fin de su infeliz esposa y de su hijo, hasta que la abuela, apiadada, le dijo:
- Consuélate, que aún viven. De escondidas hice matar una cierva, y guardé estas partes como testimonio. En cuanto a tu esposa, le até el niño a la espalda y la envié a vagar por el mundo, haciéndole prometer que jamás volvería aquí, ya que tan enojado estabas con ella.
Dijo entonces el Rey:
- No cesaré de caminar mientras vea cielo sobre mi cabeza, sin comer ni beber, hasta que haya encontrado a mi esposa y a mi hijo, si es que no han muerto de hambre o de frío.
Estuvo el Rey vagando durante todos aquellos siete años, buscando en todos los riscos y grutas, sin encontrarla en ninguna parte, y ya pensaba que habría muerto de hambre. En todo aquel tiempo no comió ni bebió, pero Dios lo sostuvo. Por fin llegó a un gran bosque, y en él descubrió la casita con el letrerito: "Aquí todo el mundo vive de balde". Salió la blanca doncella y, cogiéndolo de la mano, lo llevó al interior y le dijo:
- Bienvenido, Señor Rey -y le preguntó luego de dónde venía.
- Pronto hará siete años -respondió él- que ando errante en busca de mi esposa y de mi hijo; pero no los encuentro en parte alguna.
El ángel le ofreció comida y bebida, pero él las rehusó, pidiendo sólo que lo dejasen descansar un poco. Tendióse a dormir y se cubrió la cara con un pañuelo.
Entonces el ángel entró en el aposento en que se hallaba la Reina con su hijito, al que solía llamar Dolorido, y le dijo:
- Sal ahí fuera con el niño, que ha llegado tu esposo.
Salió ella a la habitación en que el Rey descansaba, y el pañuelo se le cayó de la cara, por lo que dijo la Reina:
- Dolorido, recoge aquel pañuelo de tu padre y vuelve a cubrirle el rostro.
Obedeció el niño y le puso el lienzo sobre la cara; pero el Rey, que lo había oído en sueños, volvió a dejarlo caer adrede. El niño, impacientándose, exclamó:
- Madrecita. ¿cómo puedo tapar el rostro de mi padre, si no tengo padre ninguno en el mundo? En la oración he aprendido a decir: Padre nuestro que estás en los Cielos; y tú me has dicho que mi padre estaba en el cielo, y era Dios Nuestro Señor. ¿Cómo quieres que conozca a este hombre tan salvaje? ¡No es mi padre!
Al oír el Rey estas palabras, se incorporó y le preguntó quién era. Respondióle ella entonces:
- Soy tu esposa, y éste es Dolorido, tu hijo.
Pero al ver el Rey sus manos de carne, replicó: - Mi esposa tenía las manos de plata.
- Dios misericordioso me devolvió las mías naturales -dijo ella; y el ángel salió fuera y volvió en seguida con las manos de plata. Entonces tuvo el Rey la certeza de que se hallaba ante su esposa y su hijo, y, besándolos a los dos, dijo, fuera de sí de alegría.
- ¡Qué terrible peso se me ha caído del corazón!
El ángel del Señor les dio de comer por última vez a todos juntos, y luego los tres emprendieron el camino de palacio, para reunirse con la abuela. Hubo grandes fiestas y regocijos, y el Rey y la Reina celebraron una segunda boda y vivieron felices hasta el fin.
Bir değirmenci zamanla fakir düştü ve elinde değirmeniyle bir elma ağacından başka bir şey kalmadı. Günün birinde odun toplamak için ormana gitti. Orada daha önce hiç görmediği bir adamla karşılaştı. Adam ona, "Ne diye odun kesmekle uğraşıyorsun, değirmenin arkasında duranı bana vereceğine dair bir kâğıt imzalarsan seni zengin ederim!" dedi. "Değirmenin arkasında elma ağacından başka ne var ki?" diye düşünen değirmenci kâğıdı imzaladı. Adam gülerek "Uç yıl sonra gelip bana ait olan şeyi alacağım!" dedi.
Değirmenciyi eve döndüğünde karısı karşıladı. "Baksana bey, evimize bu zenginlik nereden geldi? Her tarafta sandık var ve hepsinin içi tıka basa dolu; buraya hiç kimse girmedi, peki nasıl oldu bu iş?" diye sordu.
Adam cevap verdi: "Bunu ormanda rastladığım adam yaptı. Bana büyük bir hazine verecekmiş. Buna karşılık ben ona evin arkasında duran şeyi vereceğime dair bir kâğıt imzaladım. Orada elma ağacından başka bir şey yok. Onu versek ne çıkar ki?"
"Eyvah" dedi kadın, "O adam şeytandı. Elma ağacını kastetmedi, o sırada evin arkasında duran, sonra avluya geçen kızımızı kastetti."
Değirmencinin kızı çok güzel, çok namuslu ve çok dindardı. Şeytanın onu alma zamanı gelip çattığında elini yüzünü yıkayarak etrafına tebeşirle bir daire çizdi.
Şeytan o gün erkenden çıkageldi, ama dairenin içine giremedi. Öfkeyle değirmenciye çattı ve "Kızının eline su değmesin, yoksa etkili olamıyorum!" dedi.
Değirmenci korktu ve söyleneni yaptı.
Ertesi sabah şeytan yine geldi; ama kız ellerini kutsanmış suyla yıkamış ve arınmıştı. Şeytan yine ona yaklaşamayınca değirmenciye bağırdı: "Kes onun ellerini, yoksa ona hiç yaklaşamayacağım!"
Değirmenci çok korktu ve şöyle cevap verdi: "Kendi kızımın ellerini nasıl keserim ben!"
Şeytan tehdit savurdu: "Bunu yapmazsan onun yerine seni alır giderim, çünkü sen bana aitsin artık!"
Değirmenci çok korkarak sözünü tutacağını söyledi. Kızının yanma vararak, "Bak kızım, senin her iki elini kesmezsem şeytan gelip beni alacakmış. Ben de çok korktum ve ona söz vermiş bulundum. Bana yardım et ve sana kötülük ettimse beni affet!" dedi.
"Babacığım, ben senin çocuğunum. Ne istersen onu yap!" diyen kız ellerini uzattı ve onları kestirtti.
Şeytan üçüncü kez çıkageldi, ama kız o kadar uzun zaman ağlayıp gözyaşı döktü ki, eli yüzü sırılsıklam oldu ve böylelikle arındı!
Bunun üzerine şeytan da yumuşadı ve kızın üzerindeki tüm haklarını kaybetti.
Değirmenci kızına, "Senin sayende çok zengin oldum. Şimdi söyle, sana ne istersen alayım" dedi.
"Ben burada artık duramam, gideceğim. Nasıl olsa bana acıyan çıkar!" diye cevap verdi kız.
Gün ağarırken kesik ellerini sırtına bağlayarak yola çıktı ve gece oluncaya kadar bütün gün yürüdü.
Derken bir saray bahçesine geldi. Ay ışığında bu bahçenin meyve ağaçlarıyla dolu olduğunu gördü. Ama bahçeye giremedi, çünkü bahçenin etrafı suyla çevriliydi. Bütün gün yol aldığı ve ağzına tek bir lokma koymadığı için karnı çok acıkmıştı. "Şu bahçeye girebilsem de biraz meyve yiyip açlığımı gidersem!" diye düşündü. Yere diz çökerek Tanrısına yalvardı.
Derken gökten bir melek inerek ona sudan geçmesi için bir savak yaptı; böylece çimler kurudu ve kız onların üstünden yürüyerek bahçeye girdi. Melek de onunla birlikte geldi.
Kız bir armut ağacı gördü, ama üzerindeki armutlar sayılıydı. Ağaca yaklaştı, açlığını gidermek için armutlardan birini kopardı; daha fazlasını değil!
Bahçıvan bunu gördü, ama kızın yanındaki meleği fark edince kızın cin olduğunu sanarak sustu. Ne birini çağırdı ne de cinle konuştu. Kız da armudu yiyerek karnını doyurduktan sonra bir çalılığa saklandı.
Ertesi sabah kral bahçeye inerek armutları saydı ve armutlardan bir tanesinin eksildiğini gördü. Bahçıvana eksik armudun nerede olduğunu sordu. Ağacın dibine de düşmemişti, ortada yoktu işte!
Bunun üzerine bahçıvan, "Dün gece bir cin geldi, elleri yoktu; armudu ağzıyla koparıp yedi" dedi.
"Peki bu cin suyu nasıl aştı? Armudu yedikten sonra nereye gitti?" diye sordu kral.
"Gökten beyazlara bürünmüş bir melek indi. Bir savak yaptı, sular çekildi; böylece cin çimlere basa basa bahçeye girdi. Bu yüzden korktum; soru soramadım, kimseye de seslenemedim" diye cevap verdi bahçıvan.
"Söylediklerin doğruysa bu gece nöbete ben geçeceğim" dedi kral.
Hava kararınca kral bahçeye indi. Yanında da bir papaz vardı; cinle o konuşacaktı. Üçü birlikte ağacın altına oturarak dikkat kesildiler.
Kız tam gece yarısı saklandığı çalılıktan çıkarak armut ağacına yanaştı ve ağzıyla bir armut kopardı; yanında da beyazlara bürünmüş melek vardı.
Papaz öne çıkarak seslendi: "Seni Tanrı mı gönderdi, yoksa bu dünyanın adamı mısın? Cin misin, insan mısın?"
Kız cevap verdi: "Ben cin değilim, zavallı bir kızım. Herkesin terk ettiği, ama Tanrı'nın yalnız bırakmadığı bir kızım ben."
"Seni herkes yalnız bırakmışsa, ben bırakmam!" diyen kral onu alarak sarayına götürdü. Kız o kadar namuslu ve o kadar güzeldi ki, kral ona hemen âşık oldu. Ona gümüşten eller yaptırttı, sonra da onunla evlendi.
Bir yıl sonra kral savaşa gitmek zorunda kaldı. Gitmeden önce genç kraliçesi için annesine şöyle emretti: "Loğusa olursa ona iyi bak ve bana hemen bir mektupla bildir!"
Nitekim kraliçe bir oğlan doğurdu. Kralın yaşlı annesi bu sevinçli haberi krala mektupla bildirdi. Haberci yola çıktı, ama uzun bir yol kat ettikten sonra bir dere kenarında biraz dinlendi. Bu sırada şeytan çıkageldi ve mektubu bir başkasıyla değiştirdi; ikinci mektupta kraliçenin dünyaya bir ucube getirdiği yazılıydı. Kral dehşet içinde kaldı, çok üzüldü ve cevap olarak kendi gelinceye kadar kraliçeye iyi bakmalarını yazdı.
Bu mektubu alan haberci yola çıktı, ama aynı yerde yine dinlenip uyuya kaldı. Şeytan yine ortaya çıktı, mektubu yine değiştirdi; bu mektupta kraliçenin çocuğuyla birlikte öldürülmesi isteniyordu.
Kralın yaşlı annesi ağlamaya başladı; yok yere suçsuzların kanı akıtılacaktı! O gece bir dişi geyik yakalattı, gözlerini ve dilini çıkarttıktan sonra onları sakladı. Sonra kraliçeye dönerek, "Seni kralın emrettiği gibi öldürtmem, ama burada daha fazla kalamazsın. Al çocuğunu buralardan uzaklaş ve sakın geri dönme!" dedi.
Çocuğu annesinin sırtına bağladı ve zavallı kraliçe ağlamaklı gözlerle oradan ayrıldı. Koskocaman, balta girmemiş bir ormana vardı; diz çökerek Tanrısına yalvardı. Derken Tanrının bir meleği gökten inerek onu, üzerinde "Burada oturan herkes özgürdür" yazılı ufacık bir eve götürdü. Evin içinden beyazlara bürünmüş genç bir bakire çıktı ve "Hoş- geldiniz kraliçem!" diyerek onu karşıladı. Sırtına bağlı olan çocuğu çözdü ve emzirmesi için ona verdi, sonra bebeği alıp minicik yatağına yatırdı.
"Kraliçe olduğumu nereden biliyorsunuz?" diye sordu genç anne.
"Ben bir meleğim. Beni Tanrı gönderdi; sana ve bebeğine bakmam için!" diye cevap verdi beyazlı kadın.
Genç kraliçe bu evde yedi yıl yaşadı; kendisine iyi bakıldı ve dini bütün olduğu için Tanrı'nın inayetiyle kesik elleri yeniden çıktı.
Sonunda kral savaştan döndü ve ilk iş olarak karısını ve çocuğu görmek istedi. Ama yaşlı annesini ağlar buldu.
"Sen ne kötü kalpli adamsın! Nasıl bir mektup yazdın bana? İki tane masumu öldürteymişim!" diyerek şeytanın değiştirdiği mektupları gösterdi. "Ben de ne emrettinse onu yaptım!"
Kanıt olarak da ona geyiğin dilini ve gözlerini gösterdi. Bunun üzerine kral, ölen karısı ve oğlu için hüngür hüngür ağlamaya başlayınca annesi onun bu haline acıdı.
"Hadi hadi sevin, o yaşıyor. Ben bir dişi geyik bulup onun diliyle gözlerini çıkarttım; çocuğunu da eşinin sırtına bağlayıp onları gönderdim. Bana bir daha geri dönmeyeceğine dair söz verdi, çünkü sen çok kızmıştın!" dedi.
"Gece gündüz demeden yollara düşeceğim. Sevgili karımı ve çocuğumu buluncaya kadar ne yiyeceğim ne de içeceğim! Umarım şimdiye kadar açlıktan ölmemişlerdir!" diye cevap verdi kral.
Yedi yıl boyunca onları her taşın altında, her mağarada aradı. Bulamayınca da öldüklerini sandı. Bu süre içinde yemedi içmedi, ama Tanrı onu hayatta tuttu. Sonunda büyük bir ormana geldi. Orada ufacık bir ev buldu; kapısının üzerindeki tabelada "Burada oturan herkes özgürdür" yazıyordu. Derken evin içinden beyazlara bürünmüş bakire çıktı. Kralın elinden tuttu ve "Hoşgeldiniz kral hazretleri!" diyerek ona nereden geldiğini sordu.
"Yedi yıldan beri dolaşıp duruyorum, karımla çocuğumu arıyorum, ama bir türlü bulamıyorum" diye cevap verdi kral.
Melek ona yiyecek içecek bir şeyler verdiyse de kral istemedi. O kadar yorgundu ki, sadece dinlenmek istiyordu. Yüzüne bir örtü çekti.
Bunun üzerine melek, 'Acıçekenler' adını taktığı kraliçe ve oğlunun bulunduğu odaya geçti ve kadına "Çocuğunu al, dışarı çık, kocan geldi!" dedi.
Kadın kocasının bulunduğu odaya girdi. Bu sırada kralın yüzündeki örtü yere düştü. Kadın oğluna, "Acıçeken, örtüyü yerden al, yine babanın yüzüne ört!" dedi. Çocuk istenileni yaptı.
Bu sırada kral uyanıverdi ve yine örtüyü düşürdü. Bu kez oğlanın sabrı tükendi ve "Anneciğim, ben nasıl babamın yüzünü örtebilirim? Benim bu dünyada babam yok ki! Ben şimdiye kadar baba olarak gökteki Tanrı'yı tanıyorum. Sen bana en sevgili babamızın gökteki Tanrı olduğunu söylememiş miydin? Bu yabancı adam kim, ne bileyim ben! Benim babam değil bu" dedi.
Bunları işiten kral doğrularak kadına kim olduğunu sordu. "Ben senin karınım, bu da senin oğlun 'Acıçeken!' " diye cevap verdi kadın.
Kral onun ellerine bakarak "Benim karımın elleri gümüştendi" dedi.
Karısı cevap verdi: "Tanrı bana acıdı ve ellerimi geri verdi" dedi. Yan odadan gümüş ellerini alıp getirerek ona gösterdi. O zaman kral karşımdakilerin gerçekten kendi karısıyla oğlu olduğunu anladı ve "Şimdi içim rahat etti!" dedi.
Ve hep birlikte yaşlı annesinin evine gittiler. Herkes bayram etti. Kral ve kraliçe bir kez daha düğün yaptılar ve ömürlerinin sonuna kadar da mutlu yaşadılar.