怪鸟格莱弗


El Grifo


从前有个国王,他的王国在哪儿,他名叫什么,我都已经忘记。 他没有儿子,只有一个独生女儿,这姑娘经常生病,没有一个医生能治好她。 预言家告诉国王,他女儿要吃了苹果,才会恢复健康。 国王决定,谁给女儿吃了苹果健康起来,就让谁娶她做妻子,并且继承王位。 一对有三个儿子的夫妇听见这件事,丈夫便对大儿子说:"去园子里摘一篮漂亮的红苹果,送进宫里边,没准儿公主吃了能健康起来哩。这样你就可以娶她,并且当国王呐。"小伙子照着做了,上了路,他走了一会儿,碰见个胡子花白的小矮人儿,小矮人问他篮子里提着什么。 鸟利--小伙子叫这个名字--回答说:"蛤蟆腿儿呗。""那就让它是,而且永远是吧!"小矮人儿说完便走了。 鸟利终于到了宫门前,让人报告国王说他送来了苹果,公主吃了会变得健康起来。 国王听了很高兴,传鸟利进去,可是妈呀! 篮子一揭开,苹果已不知去向,篮里只有蛤蟆腿儿,还一抽一搐地动哩。 国王勃然大怒,下令撵他出宫。 鸟利回到家,对父亲讲了事情的经过,老头子只好再派二儿塞默去。 可塞默的遭遇跟鸟利完全一样。 他也碰上花白胡子的小矮人儿,问他篮子里提着什么,他回答:"猪鬃呗。""那就让它是,而且永远是吧!"小矮人儿说。 塞默来到宫前,卫兵说已经有人来愚弄过他们,塞默坚持请求,说他真有那样的苹果,求他们一定放他进去。 卫士终于相信了他,把他带到国王面前。 谁知他一揭开篮子,里面竟全是猪鬃! 这一来国王更气坏了,下令用鞭子把塞默抽出宫去。 到家后,他讲了事情经过。 这时被大伙儿唤做"傻瓜汉斯"的小儿子走过来,问父亲允不允许他也送苹果去。 "嗨,"父亲说,"你哪里适合哟!两个聪明的哥哥都没办到,你还能干什么?"可是小伙子不甘休:"唉,爸爸,我也想去啊!""给我走开,你这傻小子,你得变聪明了再说。"父亲回答,说完转身想走开。 汉斯却拽住他的衣服,说:"唉,爸爸,我也想去啊!""好好好,随你去吧,你也会空着手回来的!"父亲的回答已很不耐烦,小伙子却高兴得跳起来。 "瞧你一副傻样儿,而且一天比一天笨。"父亲又说,汉斯听着无动于衷,照样地非常高兴。 可是天很快黑了,汉斯想,等到明天再说吧,今天反正到不了王宫。 夜里他躺在床上睡不着,后来终于迷糊了一会儿,却做起梦来,梦见了美丽的公主、一座座宫殿、金子银子和其它珍宝。 第二天一大早他上了路,很快又碰见那个奇怪的小矮人儿,穿着件灰褂子,问他提篮里装的是什么。 汉斯回答是苹果,送去给公主治病吃的。 "喏,"小矮人儿说,"是就是,永远不变!"谁知在宫前,人家硬不放汉斯进去,因为已经来过两个家伙,说的是送苹果来,结果一个只有蛤蟆腿儿,一个只有猪鬃。 汉斯坚持不懈,说他送来的不是蛤蟆腿儿,而是全国长得最好的苹果。 他讲得那么诚恳,卫士想,这人大概不会撒谎,便放他进了宫。 他们做对了,因为汉斯当着国王的面揭开篮子,里面果然是黄黄的金苹果。 国王很高兴,马上叫人给公主送去,然后紧张地期待着送来结果,想知道效果怎么样。 没过多久,果然有人送报告来了,可请各位猜一猜:来的人是谁? 原来是公主自己! 她一吃下苹果,立刻健康地跳下了床,国王一见,高兴得没法形容。 可是现在他还不肯把公主嫁给汉斯,他要他先造一条船,这船在旱地上要比在水中驶得更灵便。 汉斯接受这个条件,回家讲了事情经过。 父亲于是派老大鸟利去林里,造这样一艘船。 鸟利努力干起来,边干边吹口哨。 中午,太阳已经当顶,那灰白胡子的小矮人儿来问他在做什么,鸟利回答:"木勺儿。""那就让它是,而且永远是吧!"小矮人说。 晚上,鸟利以为船做好了,可等他坐进去,船却完全变成了一只木勺子。 第二天,塞默去林子里,可是结果和鸟利完全一样。 第三天,傻瓜汉斯去了。 他干得十分认真,整个森林都回荡着他劈木料的有力声响,他一边干还一边快乐地唱歌和吹口哨。 中午酷热难当的时候,小矮人儿又来了,他问汉斯在干啥。 "做一艘船,一艘在旱地上比水里还更灵活的船。"汉斯回答,说他只要把船造好了,就可以娶公主做妻子。 "喏,"小矮人儿说,"那就让它是,而且永远是吧!"傍晚,夕阳美得像黄金一样时,汉斯造好了船和有关的用具。 他坐在船里划向王宫,船跑得像风一样快。 国王老远看见了,可是仍不肯把女儿嫁给汉斯,说他必须先去牧放一百只兔子,从早放到晚,如果跑丢了一只,他就甭想娶公主。 汉斯同意了,第二天便带着兔子去草地上,十分留心不让任何一只跑掉。 过了几个小时,宫里走来一个使女,叫汉斯快给她一只兔子,她要拿去招待客人。 可汉斯看透了她的用心,回答说不能给她,国王可以明天再用胡椒兔丁待客嘛。 使女再三恳求,最后竟哭了起来。 汉斯于是说,如果公主亲自来要,他愿给她一只。 使女回宫报告,公主自己果然来了。 可在这之前,那小矮人儿又来问汉斯在干什么,嗨,他说得在这儿放一百只兔子,只有一只不丢失,他才能娶公主、当国王。 "好。"小矮人儿回答,"这儿给你一支笛子,要是一只兔子跑了,你吹一下它就会回来。"公主到了草地上,汉斯给她一只兔子,放在她的围裙里。 可是她走出大约一百步,汉斯吹起了笛子,那小兔就从她围裙里跳出来,呼地一下跑回兔群里去了。 到了晚上,汉斯又吹了一次笛子,看清楚所有兔子都在,便赶它们回王宫。 国王惊讶汉斯竟然能放一百只兔子一只不丢,可尽管这样还是不肯把女儿给他,要叫他再去偷一根怪鸟格莱弗尾巴上的羽毛来。 汉斯马上动身,努力往前赶路。 傍晚他走到一座府邸前,请求借宿。 因为那时候还没有旅馆。 主人很高兴地答应了,问他去什么地方,汉斯回答:"去找怪鸟格莱弗。""噢,找怪鸟格莱弗!人说格莱弗啥都知道。我丢了一把开铁箱的钥匙,劳你驾,替我问问它在哪儿好吗?""当然可以,"汉斯回答,"我一定替你问。"第二天一早他继续往前走,半路上又到另一座宫堡投宿。 堡主听说他要去怪鸟格莱弗那儿,就讲他家的女儿病了,用尽所有的药全不见效,求他行行好,问一问格莱弗,什么才能治好女儿的病。 汉斯回答很乐意替他问,然后又继续往前走。 他走到一条河边,那儿没有渡船,只有一个大高个汉子背所有人过河去。 这汉子问汉斯去哪里,"去找怪鸟格莱弗,"汉斯回答。 "喏,"汉子说,"你到了它那里,代我问一问我为什么必须背所有的人过河。""好的,"汉斯回答,"上帝保佑,我一定代你问。"大高个儿把汉斯放在肩上,扛过河去,汉斯终于走到了格莱弗家,可只有格莱弗的妻子在家里,它自己不在。 它妻子问汉斯干什么来了,汉斯向她讲了一切:他自己要怪鸟尾巴上一根羽毛;一座府邸的主人丢了钱箱的钥匙,请他代问格莱弗钥匙在什么地方;另外一位堡主的女儿生了病,请问什么能治好她的病;离此地不远有一条河,那儿有个大汉背所有的人过河,请他问他为什么必须背。 格莱弗的妻子说:"你瞧,好朋友,没有人能和格莱弗讲话,它会把他们全吃掉。你想办成事,就只好钻到它床底下,夜里等它睡熟了,再伸手拔它一根尾巴毛;你想知道的那些事,我愿意替你问。"汉斯完全同意,便钻到了床底下。 晚上格莱弗回家来,一进屋就说:"太太,我嗅到一个基督徒的气味儿!""是的,"这妻子回答,"今天是来过一个基督徒,可他又走了。"格莱弗听了没再讲什么。 半夜,神鸟鼾声大作,汉斯伸出手来,拔了它尾巴上的一根毛。 怪鸟一下痛醒了,叫道:"太太,我嗅到一个基督徒的气味了,还觉得有谁在拽我尾巴!"它妻子回答:"你一定是在做梦,我已经告诉你,今天来过一个基督徒,可他又走了。他向我讲了各式各样的事情,说一座府邸里开钱箱的钥匙丢了,怎么找也找不着。""噢,这些傻瓜,"怪鸟格莱弗说,"钥匙在柴屋里门背后的一堆木头下边呗。""他还说一座宫堡的小姐病了,用什么办法都治不好啊。""噢,这些傻瓜,"格莱弗说,"在地窖的楼梯下有只癞蛤蟆,它用姑娘的头发做了窝。她把头发取回去,病就会好喽。"--"他还说离这儿不远有一条河,河边有个汉子不得不背所有的人过河去。""噢,这个傻瓜,"怪鸟说,"他只要有一次把背的人丢在河中间,就不用背任何人啦。"第二天一大早,格莱弗起来走了。 这时汉斯从床下爬了出来,他已得到一根美丽的羽毛,也听见了怪鸟讲的关于钥匙、病女孩和大高个儿的话。 格莱弗的妻子再对他重述了一遍,免得他忘记。 随后,他便往回走,先来到河边的大高个儿那里,大高个儿立刻问怪鸟格莱弗讲了什么,汉斯回答,他得先背他过河去,过了河他会告诉他的。 大高个儿背汉斯过去了,汉斯才对他说,他只要把随便一个人丢在河中间,就不用再背任何人了。 大高个儿非常高兴,对汉斯说为了对他表示感谢,愿意再背他一个来回。 汉斯回答,不,不劳驾了,他对大高个儿已挺满意,说完就走了。 接着他来到有小姐生病的宫堡,因为她不能走路,就背她走到地窖的楼梯下,取出底下的蛤蟆窝,把它塞进小姐手里,她马上从汉斯背上跳了下来,抢先跑上了楼梯,病完全好了。 她的父母高兴极了,要送给汉斯金子银子,他要多少就给多少。 汉斯又走到那座府邸,马上去柴屋门背后的一堆木头下找到钥匙,把它交给了主人。 主人也异常高兴,为报答汉斯,从钱箱里取出许多金子来送他,还加上母牛、绵羊、山羊等各种各样的东西。 就这样,汉斯带着钱、金子、银子、母牛、绵羊、山羊等等东西回到了国王那儿。 国王见了问这么多东西从哪儿来的,汉斯回答,格莱弗给的,要多少给多少。 国王心想,他也可以这么干呀,便马上动身去了。 谁料他走到河边,正好赶上汉斯走后的头一个,那大高个儿于是把他丢在河中间自己走了,国王被淹死在河里。 汉斯娶了公主,当上了国王。
Érase una vez un Rey - jamás he sabido dónde reinó ni cómo se llamaba - que no tenía hijos varones, y su única hija estaba siempre enferma, sin que ningún doctor acertara a curarla. Profetizaron al Rey que la princesa sanaría comiendo manzanas, por lo que el Monarca mandó pregonar por todo el reino que quien le proporcionase manzanas que la curasen, la recibiría por esposa y sería rey a su vez. Oyó el pregón un campesino que tenía tres hijos, y dijo al mayor:
- Sube al granero, llena un cesto de las manzanas más hermosas, de piel bien colorada, y llévalas a la Corte; tal vez la princesa se cure comiéndolas, y así te casarás con ella y serás rey.
Obedeció el muchacho y púsose en camino. Había andado un trecho cuando se encontró con un hombrecillo canoso, el cual le preguntó qué llevaba en el cesto. Respondióle Ulrico (tal era el nombre del mozo):
- Patas de rana,
A lo cual le replicó el enano:
- Pues patas de rana son y serán - y se alejó.
Al llegar Ulrico al palacio, anunció que llevaba manzanas para curar a la princesa. Alegróse el Rey y mandó que llevasen a Ulrico a su presencia. Pero, ¡oh, sorpresa!, al abrir el cesto se vio que en vez de manzanas contenía patas de rana, que aún se movían. Indignóse el Rey y mandó que lo arrojasen de palacio. Ya en casa, contó a su padre lo que le había sucedido, y entonces el hombre envió al hijo segundo, el cual se llamaba Samuel. Pero a éste le ocurrió lo que a su hermano mayor. Topóse también con el mismo hombrecillo y, a su pregunta de qué contenía el cesto, respondió: - Cerdas.
- Pues cerdas son y cerdas serán - replicó el enano.
Cuando se presentó en palacio afirmando que llevaba manzanas para curar a la princesa, no querían admitirlo, diciendo que ya se había hecho anunciar otro necio con el mismo cuento.
Pero Samuel insistió en que traía manzanas y en que le permitiesen entrar. Lo creyeron, al fin, y lo condujeron ante el Rey. Pero cuando abrió el cesto, aparecieron cerdas. Fue tanto el enojo del Soberano, que ordenó arrojar a Samuel a latigazos. Al llegar el mozo a casa, relató su percance y mala ventura. Adelantóse el hijo menor, a quien llamaban siempre el tonto, y preguntó a su padre si le permitiría ir, a su vez, con las manzanas.
- ¡Ésa es buena! - replicó el hombre -. ¡Fijaos en quién pide hacer el recadito! Los listos salen mal parados, y tú pretendes salir airoso.
Pero el pequeño no cejó:
- De todos modos, dejadme ir, padre.
- ¡Márchate de aquí, estúpido! Tendrás que aguardar a ser más listo - replicó el padre, volviéndole la espalda.
Pero Juanillo, tirándole de la chaqueta, porfió:
- ¡Dejadme que vaya, padre!
- ¡Por mí. puedes ir! ¡Ya veremos cómo vuelves! - gritó, al fin, el hombre. Pero el chico pegó un salto de alegría -. Sí, tú siempre haciendo tonterías. Cada día te vuelves más bobo ­ repitió el padre. Pero Juanillo no se inmutó ni perdió por ello su contento.
Como ya anochecía, pensó que sería mejor aguardar a la mañana siguiente. "Hoy no llegaría a la Corte", se dijo. Pasó la noche desvelado, y los pocos momentos en que estuvo amodorrado, soñó con hermosas doncellas, palacios, oro y plata y otras cosas por el estilo. De madrugada púsose en camino, y al poco rato se encontró con un enano gruñón vestido de gris, que le preguntó qué llevaba en el cesto. Respondióle Juanillo que llevaba manzanas para la hija del Rey. Esperaba que comiéndolas se curaría.
- Bien - respondió el hombrecillo, manzanas son y manzanas serán.
En la Corte le negaron rotundamente la entrada, alegando que ya habían venido otros dos pretendiendo llevar manzanas, y luego había resultado que uno traía patas de rana, y el otro, cerdas. Pero Juanillo rogó y porfió, asegurando que no llevaba patas de rana ni mucho menos, sino las manzanas más hermosas que se producían en todo el reino. Y como se expresaba con tanta ingenuidad, pensó el portero que no debía mentir, y le dejaron paso libre. Con lo cual demostró ser muy cuerdo, pues cuando Juanillo abrió su cesto ante el Rey, salieron a relucir unas magníficas manzanas doradas. Alegróse el Soberano y dispuso que se sirvieran inmediatamente algunas a su hija, quedando él en impaciente espera hasta que se le diese cuenta del resultado obtenido. Y, en efecto, al cabo de muy poco rato vinieron a informarlo. Pero, ¿quién pensáis que vino? Pues la princesa en persona, la cual, no bien hubo probado la fruta, saltó de la cama, milagrosamente curada y repuesta. Es imposible pintar con palabras la alegría del Rey. Sin embargo, se resistía a dar a su hija por esposa a Juanillo, y, así, puso por condición al mozo la de que antes le construyese una barca capaz de navegar mejor por tierra que por agua. Juanillo aceptó, regresó a su casa y contó a los suyos su aventura. Entonces el padre envió a Ulrico a cortar madera para fabricar la embarcación, y el muchacho se puso al trabajo con brío y silbando. A mediodía, cuando el sol se hallaba en lo más alto, presentósele un enanillo canoso y le preguntó qué hacía:
- Cucharones - respondió Ulrico.
- Pues bien - replicó el otro -, cucharones serán.
Al anochecer, creyendo el mozo terminada la barca, quiso subirse a ella, pero resultó que eran cucharones y no otra cosa.
Al día siguiente salió al bosque Samuel y le ocurrió lo que a Ulrico. El tercero fue Juanillo, el cual púsose a trabajar con tanto ardor, que en todo el bosque resonaban sus vigorosos hachazos; y, además, silbaba y cantaba alegremente. Volvió a mediodía el hombrecillo, cuando el calor era achicharrante, y le preguntó qué hacía:
- Una barca que navegue mejor por tierra que por agua ­ y, añadió, que cuando la tuviese terminada le concederían la mano de la hija del Rey.
- Pues bien - dijo el enano -: una barca será.
Al declinar el día, cuando el sol se puso entre resplandores de oro, Juanillo había terminado la construcción de la barca y de todos sus accesorios e, instalándose en ella, dirigióse a remo hacia la ciudad-residencia del Rey; y la barca corría como el viento. El Rey lo vio desde lejos, pero siguió negándose a otorgarle la mano de su hija, diciéndole que antes debía guardar cien liebres desde la madrugada hasta el anochecer; y si se escapaba una sola, no se casaría con la princesa. Conformóse Juanillo, y al siguiente día salió al prado con su rebaño, vigilando que ninguna liebre huyese. Al poco rato compareció una de las criadas de palacio a pedirle una de las piezas, pues había llegado un forastero. Pero el mozo, dándose perfecta cuenta de su perfidia, negóse a entregársela, diciendo que el Rey tendría que aguardar al día siguiente para su asado de liebre. La muchacha, sin embargo, no cejó, enfadándose, al final, y dirigiendo improperios al pastor. Entonces le dijo Juanillo que entregaría una liebre, con la condición de que fuese a buscarla la princesa en persona. Volvió la criada con el recado a palacio, y la hija del Rey bajó al prado. Entretanto se había presentado a Juanillo el enano de la víspera, preguntándole qué estaba haciendo. ¡Casi nada! Tenía que guardar cien liebres, procurando que no escapase ni una sola; si lo conseguía, se casaría con la princesa y sería rey.
- Bien - respondióle el enano -; aquí tienes este silbato; si escapa una, no tienes más que silbar y volverá enseguida.
Vino la princesa, y Juanillo le puso una liebre en el delantal; pero cuando se había alejado cosa de cien pasos, el muchacho hizo sonar el pito, y la liebre, saltando del delantal de la princesa, en un abrir y cerrar de ojos estuvo otra vez con el rebaño. Al anochecer volvió a silbar el pastor, y, después de comprobar que no faltaba ninguna liebre, condujo la manada a palacio. Admiróse el Rey al ver que Juanillo había logrado guardar cien liebres sin que se le escapase una sola. A pesar de ello, siguió negándose a entregarle a su hija: antes debía traerle una pluma de la cola del ave Grifo.
Juanillo se puso inmediatamente en camino, andando briosamente en la dirección que marcaba su nariz. Ya oscurecido llegó a un palacio, donde pidió albergue, pues en aquellos tiempos no se estilaban aún las hospederías. Acogiólo alegremente el señor del castillo y le preguntó adónde se dirigía. A lo que respondió Juanillo:
- A la casa del Grifo.
- Conque a la casa del Grifo, ¿eh? Pues me harás un favor, si es cierto que el Grifo lo sabe todo, como dicen. He perdido la llave de un arca de hierro, y quisiera que le preguntases
dónde está.
- Con mucho gusto - respondió Juanillo -. Así lo haré.
A la mañana siguiente, de madrugada, partió de nuevo, y llegó a otro palacio, en el que pasó también la noche. Cuando sus moradores se enteraron de que se dirigía en busca del Grifo, dijéronle que una hija de la casa estaba enferma, y, a pesar de haber acudido a todos los remedios imaginables, no había manera de curarla. ¿Podría él preguntar al Grifo la manera de sanar a la muchacha? Brindóse Juanillo a hacerlo y reemprendió la ruta. Llegó entonces a un río en el que, en vez de una barca, había un hombre altísimo y fornido que conducía a los Viajeros de una a otra orilla. Preguntó también a Juanillo por el objetivo de su viaje.
- A la casa del Grifo - díjole el mozo.
- En ese caso - añadió el gigante -, si consigues encontrarlo, pregúntale por qué se me obliga a llevar a los viandantes a través del río.
- Así lo haré - prometió Juanillo. El hombre se lo echó a cuestas y lo condujo a la orilla opuesta.
Poco después llegaba Juanillo a la mansión del Grifo. Sólo encontró a la mujer; el monstruo estaba ausente. La mujer le preguntó qué buscaba allí, y el muchacho se lo contó todo: Que necesitaba una pluma de la cola del Grifo; que en un palacio habían perdido la llave de una caja de caudales y debía preguntar al Grifo por su paradero; que en otro palacio había una muchacha enferma y deseaban que el Grifo les indicase un remedio, y, finalmente, que a poca distancia de allí, al borde del río, había un hombre encargado de pasar a los viandantes y quería saber por qué se le forzaba a ello.
- Tened presente, amigo - dijo la mujer -, que ningún cristiano puede hablar con el Grifo, pues los devora a todos. Pero si os escondéis debajo de su cama, cuando duerma por la noche os acercáis a él y le arrancáis una pluma de la cola. En cuanto a las cosas que deseáis saber, yo se las preguntaré.
Juanillo se avino a ello y se ocultó bajo la cama. Al cerrar la noche, llegó el ave. En cuanto entró en la habitación, dijo husmeando:
- Mujer, aquí huele a cristiano.
- Sí - respondió ella -, vino hoy uno, pero ya se marchó ­ y el Grifo no insistió.
A media noche, mientras dormía, roncando ruidosamente, acercósele Juanillo, y, de un tirón, le arrancó una pluma del rabo. El monstruo despertóse sobresaltado y exclamó
- Mujer, huele a cristiano, y, además, diría que alguien me ha tirado de la cola.
- Estarías soñando - lo tranquilizó su mujer -, y ya te dije que había venido un cristiano, pero que se marchó. Contóme un sinfín de cosas. En un castillo han perdido la llave de un arca y no la encuentran en ninguna parte.
- ¡Los muy tontos! - dijo el Grifo -. La llave está en la casa de madera, detrás de la puerta, bajo un montón de leña.
- Luego me dijo también que en otro palacio había una muchacha enferma y no encontraban el medio de curarla.
- ¡Los muy tontos! - repitió el ave -. Al pie de la escalera de la bodega, un sapo ha hecho un nido con sus cabellos; si la muchacha recupera los cabellos, sanará.
- Finalmente, me contó que en un río hay un hombre condenado a pasar a los viandantes.
- ¡El muy estúpido! - exclamó el Grifo -. Si dejase a uno de ellos en el centro del cauce, no necesitaría seguir transportando gente.
De madrugada levantóse el Grifo y se marchó. Entonces Juanillo salió de debajo de la cama provisto de su hermosa pluma; además, había oído lo que la prodigiosa ave dijera acerca de la llave, la muchacha y el hombre. La mujer se lo repitió todo de nuevo para que no se le olvidase, y el mozo emprendió el regreso. Llegó, en primer lugar, hasta el hombre del río, el cual le preguntó enseguida qué le había dicho el Grifo. Juanillo le prometió que se lo diría una vez lo hubiese llevado a la otra orilla. Pasólo el hombre, y entonces el muchacho le dijo que en cuanto dejase en medio de la corriente a uno de los que transportaba, quedaría libre de su forzada ocupación. Alegre el gigante en extremo, brindóse, en prueba de agradecimiento, a pasar de nuevo a Juanillo, pero éste le dijo que ya tenía bastante y no quería molestarlo más. Y prosiguió su ruta. Llegó luego al palacio en que residía la doncella enferma. Cargándosela en hombros, puesto que ella no podía valerse, llevóla al pie de la escalera de la bodega y, cogiendo el nido del sapo que había en el peldaño inferior, púsolo en la mano de la muchacha. En el acto saltó ésta al suelo, subiendo la escalera por su propio pie, completamente curada. Sus padres sintieron una gran alegría y obsequiaron a Juanillo con oro, plata y cuanto quiso llevarse. En el segundo palacio, el muchacho fue directamente a la casa de madera, y, en efecto, detrás de la puerta, y bajo un montón de leña, apareció la llave perdida. Llevóla al dueño, el cual contentísimo, recompensó a Juanillo, dándole buena parte del oro que encerraba el arca, además de otras muchas cosas, como vacas, ovejas y cabras.
Al presentarse Juanillo al Rey con todas aquellas riquezas: dinero, oro, plata, vacas, ovejas y cabras, preguntóle el Monarca de dónde había sacado todo aquello, y el muchacho le respondió que el Grifo lo daba a manos llenas a todo aquel que se lo pedía. Pensó el Rey que podía aprovecharse de la ocasión y, ni corto ni perezoso, emprendió el camino de la mansión del ave. Pero al llegar al río, resultó ser el primero en presentarse allí después de Juanillo, y el hombre, al pasarlo, le dejó en medio del cauce, donde se ahogó. Juanillo se casó con la princesa y fue proclamado Rey.