Érase una vez una muchacha joven y hermosa. Era muy pequeñita cuando quedó huérfana de madre, y su madrastra la trataba con suma dureza. La niña ponía toda su buena voluntad y todas sus fuerzas en cualquier trabajo que le mandase la mujer, por duro que fuese; pero ni aun así lograba satisfacer a la malvada; siempre se mostraba ésta descontenta, nunca tenía bastante, y cuanto mayor era la diligencia de la pequeña, más carga le imponía. Sólo pensaba en cómo podría amargar la vida de la infeliz muchacha.
Un día le dijo:
- Ahí tienes doce libras de plumas; desbárbalas antes del anochecer; de lo contrario, recibirás una tanda de azotes. ¿Piensas que has de pasarte el día holgazaneando?
La pobre niña se puso a trabajar; pero las lágrimas le corrían por las mejillas, pues se daba cuenta de que no podía terminar la tarea en un día. Colocaba ante sí un montoncito de plumas, y, al menor movimiento que hacía o al más leve suspiro que daba, todas echaban a volar y tenía que comenzar de nuevo. Desesperada, apoyó los codos sobre la mesa y, ocultando la cara en las manos, exclamó:
- ¡Dios mío! ¿No habrá nadie en el mundo que se apiade de mí?
Y he aquí que oyó una dulce voz que le decía:
- Consuélate, hijita, que yo vengo a ayudarte.
La niña alzó los ojos y vio a una anciana, que estaba de pie a su lado. La mujer le cogió cariñosamente la mano y le dijo:
- Confíame tu pena.
Como le hablaba tan cordialmente, la muchachita le contó su triste vida; cómo debía soportar carga tras carga, y no podía con los trabajos que le mandaban.
- Si esta noche no he terminado estas plumas, mi madrastra me pegará; me lo ha dicho y sé que cumplirá la promesa.
Y sus lágrimas volvieron a manar a raudales; pero la vieja le dijo:
- Tranquilízate, hija mía; échate a descansar y yo me encargaré del trabajo.
La niña se tendió en la cama, y al poco rato se quedó dormida. La mujer se sentó a la mesa y se puso a desbarbar las plumas. ¡Era de ver cómo saltaban las barbas de los cañones, no bien las tocaban sus resecas manos! Pronto estuvieron listas las doce libras: y cuando la niña se despertó, encontróse con grandes montones blancos como nieve. Toda la habitación estaba limpia y despejada, pero la vieja había desaparecido. La chiquilla dio gracias a Dios y aguardó sentada y en silencio la llegada de la noche. Al entrar, la madrastra asombróse al ver la tarea terminada.
- ¿Ves, lo que puede hacerse cuando se trabaja con aplicación? - le dijo -. Podías haber hecho más aún, en lugar de permanecer aquí mano sobre mano -. Al salir, dijo: - Esta moza sirve para algo más que para comer pan. Tendré que ponerle tareas más duras.
A la mañana siguiente llamó a la niña y le dijo:
- Ahí tienes una cuchara; con ella me vaciarás el estanque grande del lado del jardín, y si al anochecer no has terminado, ya sabes lo que te espera.
La muchachita tomó la cuchara y vio que estaba agujereada; pero aunque no lo hubiese estado, jamás habría podido vaciar el estanque con ella. Púsose inmediatamente a la faena, arrodillada al borde del agua, a la cual caían sus lágrimas, y vacía que vacía. Volvió a presentarse la buena vieja y, al conocer el motivo de su pesar, le dijo:
- Cálmate, hijita mía, échate a dormir entre las matas, que yo haré el trabajo.
Cuando la mujer se quedó sola, tocó el agua con el dedo, y el líquido se elevó como vapor, confundiéndose con las nubes, y poco a poco fue secándose el estanque. Cuando, por la tarde, se despertó la niña y se acercó a la orilla, sólo vio los peces que coleteaban en el légamo. Fuese a la madrastra, y le anunció que la tarea estaba lista.
- Rato ha que debiste terminar -, respondióle ésta, pálida de rabia: y se puso a cavilar nuevos medios para fastidiarla.
A la tercera mañana dijo a la muchacha:
- Vas a construirme en la llanura un hermoso palacio, y habrá de estar terminado al anochecer.
Asustada, exclamó la niña:
- ¿Cómo queréis que haga tal cosa?
- ¡No me repliques! - gritó la madrastra -. Si con una cuchara agujereada eres capaz de vaciar un estanque, también lo serás de edificar un palacio. Esta misma noche quiero alojarme en él, y si falta el menor detalle en la cocina o la bodega, ya sabes lo que te aguarda -. Y despachó a la chiquilla.
Al llegar ésta al valle, encontróse con un caos de rocas amontonadas; por más que se esforzó no logró mover ni la más pequeña, por lo que se sentó a llorar, aunque le quedaba la esperanza de que acudiera en su auxilio la anciana. En efecto, la buena mujer no se hizo aguardar mucho rato; la tranquilizó de nuevo y le dijo:
- Tiéndete en la sombra, y duerme; lo haré yo. Y si te gusta, podrás vivir en él.
Cuando la niña se hubo marchado, la mujer tocó las grises rocas, las cuales pusiéronse en movimiento, alineándose y se acoplaron como si unos gigantes hubiesen construido una muralla. Encima surgió el edificio, y habríase dicho que innúmeras manos invisibles trabajaban colocando piedra sobre piedra. Retumbaba el suelo, y grandes columnas se levantaban por sí mismas y se colocaban en el debido orden. En el tejado, las tejas se disponían también de la manera debida, y, al mediodía, en el punto más alto de la torre giraba una gran veleta, en forma de una doncella de oro, cuyas ropas ondeaban al viento. El interior del palacio quedó listo al anochecer. Cómo se las compuso la vieja, yo no sabría decirlo; lo cierto es que las paredes de las salas estaban tapizadas de seda y terciopelo; sillas multicolores se alineaban en torno a las habitaciones; primorosos sillones rodeaban mesas de mármol, y arañas de límpido cristal colgaban de los techos, reflejándose en los bruñidos pavimentos; verdes papagayos ocupaban jaulas doradas, y otras aves exóticas cantaban deliciosamente; por doquier desplegábase una magnificencia digna de un rey.
Ocultábase el sol cuando se despertó la muchacha y vio relucir el brillo de mil lámparas. Corrió al palacio y entró por la puerta abierta: la escalera estaba alfombrada en rojo, y en la dorada balaustrada aparecían floridos árboles. Al contemplar la belleza de los salones, quedó extasiada. ¡Quién sabe el tiempo que habría permanecido allí, de no haberse acordado de la madrastra! "¡Ay - se dijo -, si al menos se diese por satisfecha y no me atormentara más!". Y fue a anunciarle que el palacio estaba terminado.
- Enseguida voy - respondió la mujer, levantándose. Y cuando llegó al edificio tuvo que ponerse la mano ante los ojos, pues tanto resplandor la deslumbraba.
- ¿Ves - dijo a la muchacha - qué fácil ha sido? Debía mandarte una cosa más difícil.
Y recorrió todos los aposentos, escudriñando todos los rincones por si faltaba algo o encontraba algún defecto: pero todo era perfecto.
- Ahora iremos al piso bajo - dijo a la muchacha, echándole una mirada maligna -. Quedan por revisar la cocina y la bodega; y como te hayas olvidado de un solo detalle, no escaparás al castigo -. Pero el fuego ardía en el hogar; en los pucheros se cocían las viandas; las tenazas y la pala se hallaban en su sitio, y de las paredes colgaba la reluciente batería de latón. Nada faltaba: ni la carbonera, ni el cubo del agua-. ¿Dónde está la bodega? - preguntó -. ¡Como no esté bien provista de barriles de vino, vas a pasarla negra!
Levantó el escotillón y empezó a bajar la escalera; pero al segundo peldaño cayósele encima la pesada trampa, que sólo estaba entornada. La niña oyó un grito y apresuróse a levantar la madera para correr en su auxilio; pero la mujer se había caído al fondo y estaba muerta.
Así, la muchacha se encontró única dueña del magnífico palacio. Al principio no podía creer en tanta dicha, pues los armarios estaban llenos de hermosos vestidos, y las arcas, de oro y plata, piedras preciosas y perlas, y no había deseo que no pudiera satisfacer. Pronto se extendió por el mundo la fama de su hermosura y riqueza, y empezaron a presentarse pretendientes. Ninguno era de su agrado, hasta que llegó un príncipe que supo conmover su corazón, y se prometió a él. En el jardín del palacio había un verde tilo, a cuya sombra solían sentarse los dos enamorados, y un día le dijo él:
- Me marcho a casa a pedir el consentimiento de mi padre. Aguárdame bajo este tilo. Volveré dentro de pocas horas.
La muchacha, dándole un beso en la mejilla izquierda, le recomendó:
- Séme fiel y no dejes que nadie más te bese en esta mejilla. Te aguardaré bajo este tilo hasta que regreses.
Y la muchacha siguió sentada al pie del árbol hasta la puesta del sol; mas el príncipe no regresó. Tres días estuvo aguardándolo en vano, de la mañana a la noche. Y el cuarto día, al ver que no regresaba, dijo:
- Seguramente le ha ocurrido alguna desgracia. Iré en su busca y no volveré hasta encontrarlo.
Envolvió tres de sus más bellos vestidos: uno, bordado con brillantes estrellas; el segundo, con argénteas lunas, y el tercero, con áureos soles, y, atando un puñado de piedras preciosas en un pañuelo, se puso en camino. Preguntaba en todos los lugares por su prometido, pero nadie lo había visto ni sabía de él. Recorrió gran parte del mundo, sin hallarlo. Al fin, colocóse como pastora en casa de un labrador, y enterró sus ropas y piedras preciosas bajo una piedra.
Y se puso a hacer vida de pastora, guardando los rebaños, siempre triste y pensando en su amado. Una ternerita mansa acudía a comer en su mano, y cuando ella decía:
Un día le dijo:
- Ahí tienes doce libras de plumas; desbárbalas antes del anochecer; de lo contrario, recibirás una tanda de azotes. ¿Piensas que has de pasarte el día holgazaneando?
La pobre niña se puso a trabajar; pero las lágrimas le corrían por las mejillas, pues se daba cuenta de que no podía terminar la tarea en un día. Colocaba ante sí un montoncito de plumas, y, al menor movimiento que hacía o al más leve suspiro que daba, todas echaban a volar y tenía que comenzar de nuevo. Desesperada, apoyó los codos sobre la mesa y, ocultando la cara en las manos, exclamó:
- ¡Dios mío! ¿No habrá nadie en el mundo que se apiade de mí?
Y he aquí que oyó una dulce voz que le decía:
- Consuélate, hijita, que yo vengo a ayudarte.
La niña alzó los ojos y vio a una anciana, que estaba de pie a su lado. La mujer le cogió cariñosamente la mano y le dijo:
- Confíame tu pena.
Como le hablaba tan cordialmente, la muchachita le contó su triste vida; cómo debía soportar carga tras carga, y no podía con los trabajos que le mandaban.
- Si esta noche no he terminado estas plumas, mi madrastra me pegará; me lo ha dicho y sé que cumplirá la promesa.
Y sus lágrimas volvieron a manar a raudales; pero la vieja le dijo:
- Tranquilízate, hija mía; échate a descansar y yo me encargaré del trabajo.
La niña se tendió en la cama, y al poco rato se quedó dormida. La mujer se sentó a la mesa y se puso a desbarbar las plumas. ¡Era de ver cómo saltaban las barbas de los cañones, no bien las tocaban sus resecas manos! Pronto estuvieron listas las doce libras: y cuando la niña se despertó, encontróse con grandes montones blancos como nieve. Toda la habitación estaba limpia y despejada, pero la vieja había desaparecido. La chiquilla dio gracias a Dios y aguardó sentada y en silencio la llegada de la noche. Al entrar, la madrastra asombróse al ver la tarea terminada.
- ¿Ves, lo que puede hacerse cuando se trabaja con aplicación? - le dijo -. Podías haber hecho más aún, en lugar de permanecer aquí mano sobre mano -. Al salir, dijo: - Esta moza sirve para algo más que para comer pan. Tendré que ponerle tareas más duras.
A la mañana siguiente llamó a la niña y le dijo:
- Ahí tienes una cuchara; con ella me vaciarás el estanque grande del lado del jardín, y si al anochecer no has terminado, ya sabes lo que te espera.
La muchachita tomó la cuchara y vio que estaba agujereada; pero aunque no lo hubiese estado, jamás habría podido vaciar el estanque con ella. Púsose inmediatamente a la faena, arrodillada al borde del agua, a la cual caían sus lágrimas, y vacía que vacía. Volvió a presentarse la buena vieja y, al conocer el motivo de su pesar, le dijo:
- Cálmate, hijita mía, échate a dormir entre las matas, que yo haré el trabajo.
Cuando la mujer se quedó sola, tocó el agua con el dedo, y el líquido se elevó como vapor, confundiéndose con las nubes, y poco a poco fue secándose el estanque. Cuando, por la tarde, se despertó la niña y se acercó a la orilla, sólo vio los peces que coleteaban en el légamo. Fuese a la madrastra, y le anunció que la tarea estaba lista.
- Rato ha que debiste terminar -, respondióle ésta, pálida de rabia: y se puso a cavilar nuevos medios para fastidiarla.
A la tercera mañana dijo a la muchacha:
- Vas a construirme en la llanura un hermoso palacio, y habrá de estar terminado al anochecer.
Asustada, exclamó la niña:
- ¿Cómo queréis que haga tal cosa?
- ¡No me repliques! - gritó la madrastra -. Si con una cuchara agujereada eres capaz de vaciar un estanque, también lo serás de edificar un palacio. Esta misma noche quiero alojarme en él, y si falta el menor detalle en la cocina o la bodega, ya sabes lo que te aguarda -. Y despachó a la chiquilla.
Al llegar ésta al valle, encontróse con un caos de rocas amontonadas; por más que se esforzó no logró mover ni la más pequeña, por lo que se sentó a llorar, aunque le quedaba la esperanza de que acudiera en su auxilio la anciana. En efecto, la buena mujer no se hizo aguardar mucho rato; la tranquilizó de nuevo y le dijo:
- Tiéndete en la sombra, y duerme; lo haré yo. Y si te gusta, podrás vivir en él.
Cuando la niña se hubo marchado, la mujer tocó las grises rocas, las cuales pusiéronse en movimiento, alineándose y se acoplaron como si unos gigantes hubiesen construido una muralla. Encima surgió el edificio, y habríase dicho que innúmeras manos invisibles trabajaban colocando piedra sobre piedra. Retumbaba el suelo, y grandes columnas se levantaban por sí mismas y se colocaban en el debido orden. En el tejado, las tejas se disponían también de la manera debida, y, al mediodía, en el punto más alto de la torre giraba una gran veleta, en forma de una doncella de oro, cuyas ropas ondeaban al viento. El interior del palacio quedó listo al anochecer. Cómo se las compuso la vieja, yo no sabría decirlo; lo cierto es que las paredes de las salas estaban tapizadas de seda y terciopelo; sillas multicolores se alineaban en torno a las habitaciones; primorosos sillones rodeaban mesas de mármol, y arañas de límpido cristal colgaban de los techos, reflejándose en los bruñidos pavimentos; verdes papagayos ocupaban jaulas doradas, y otras aves exóticas cantaban deliciosamente; por doquier desplegábase una magnificencia digna de un rey.
Ocultábase el sol cuando se despertó la muchacha y vio relucir el brillo de mil lámparas. Corrió al palacio y entró por la puerta abierta: la escalera estaba alfombrada en rojo, y en la dorada balaustrada aparecían floridos árboles. Al contemplar la belleza de los salones, quedó extasiada. ¡Quién sabe el tiempo que habría permanecido allí, de no haberse acordado de la madrastra! "¡Ay - se dijo -, si al menos se diese por satisfecha y no me atormentara más!". Y fue a anunciarle que el palacio estaba terminado.
- Enseguida voy - respondió la mujer, levantándose. Y cuando llegó al edificio tuvo que ponerse la mano ante los ojos, pues tanto resplandor la deslumbraba.
- ¿Ves - dijo a la muchacha - qué fácil ha sido? Debía mandarte una cosa más difícil.
Y recorrió todos los aposentos, escudriñando todos los rincones por si faltaba algo o encontraba algún defecto: pero todo era perfecto.
- Ahora iremos al piso bajo - dijo a la muchacha, echándole una mirada maligna -. Quedan por revisar la cocina y la bodega; y como te hayas olvidado de un solo detalle, no escaparás al castigo -. Pero el fuego ardía en el hogar; en los pucheros se cocían las viandas; las tenazas y la pala se hallaban en su sitio, y de las paredes colgaba la reluciente batería de latón. Nada faltaba: ni la carbonera, ni el cubo del agua-. ¿Dónde está la bodega? - preguntó -. ¡Como no esté bien provista de barriles de vino, vas a pasarla negra!
Levantó el escotillón y empezó a bajar la escalera; pero al segundo peldaño cayósele encima la pesada trampa, que sólo estaba entornada. La niña oyó un grito y apresuróse a levantar la madera para correr en su auxilio; pero la mujer se había caído al fondo y estaba muerta.
Así, la muchacha se encontró única dueña del magnífico palacio. Al principio no podía creer en tanta dicha, pues los armarios estaban llenos de hermosos vestidos, y las arcas, de oro y plata, piedras preciosas y perlas, y no había deseo que no pudiera satisfacer. Pronto se extendió por el mundo la fama de su hermosura y riqueza, y empezaron a presentarse pretendientes. Ninguno era de su agrado, hasta que llegó un príncipe que supo conmover su corazón, y se prometió a él. En el jardín del palacio había un verde tilo, a cuya sombra solían sentarse los dos enamorados, y un día le dijo él:
- Me marcho a casa a pedir el consentimiento de mi padre. Aguárdame bajo este tilo. Volveré dentro de pocas horas.
La muchacha, dándole un beso en la mejilla izquierda, le recomendó:
- Séme fiel y no dejes que nadie más te bese en esta mejilla. Te aguardaré bajo este tilo hasta que regreses.
Y la muchacha siguió sentada al pie del árbol hasta la puesta del sol; mas el príncipe no regresó. Tres días estuvo aguardándolo en vano, de la mañana a la noche. Y el cuarto día, al ver que no regresaba, dijo:
- Seguramente le ha ocurrido alguna desgracia. Iré en su busca y no volveré hasta encontrarlo.
Envolvió tres de sus más bellos vestidos: uno, bordado con brillantes estrellas; el segundo, con argénteas lunas, y el tercero, con áureos soles, y, atando un puñado de piedras preciosas en un pañuelo, se puso en camino. Preguntaba en todos los lugares por su prometido, pero nadie lo había visto ni sabía de él. Recorrió gran parte del mundo, sin hallarlo. Al fin, colocóse como pastora en casa de un labrador, y enterró sus ropas y piedras preciosas bajo una piedra.
Y se puso a hacer vida de pastora, guardando los rebaños, siempre triste y pensando en su amado. Una ternerita mansa acudía a comer en su mano, y cuando ella decía:
"Ternerilla, dobla la rodilla
y no olvides a tu pastorcilla,
como el príncipe olvidó
a la doncella que bajo el tilo lo esperó",
y no olvides a tu pastorcilla,
como el príncipe olvidó
a la doncella que bajo el tilo lo esperó",
El animal se echaba a sus pies y se dejaba acariciar.
Llevaba ya dos años en esta existencia solitaria y melancólica, cuando corrió por el país el rumor de que la hija del Rey se disponía a celebrar su boda. El camino de la ciudad pasaba por el pueblo donde residía nuestra muchacha, y sucedió que un día en que estaba apacentando su manada, acertó a pasar por allí su prometido. Iba montado a caballo, con porte arrogante, y no la vio; pero ella reconoció al momento a su amado. Parecióle que un agudo cuchillo le partía el corazón.
- ¡Ay! - exclamó -. Creía que me era fiel, pero me ha olvidado.
Al día siguiente, el príncipe recorrió el mismo camino. Cuando lo tuvo cerca, dijo la moza a la ternera:
Llevaba ya dos años en esta existencia solitaria y melancólica, cuando corrió por el país el rumor de que la hija del Rey se disponía a celebrar su boda. El camino de la ciudad pasaba por el pueblo donde residía nuestra muchacha, y sucedió que un día en que estaba apacentando su manada, acertó a pasar por allí su prometido. Iba montado a caballo, con porte arrogante, y no la vio; pero ella reconoció al momento a su amado. Parecióle que un agudo cuchillo le partía el corazón.
- ¡Ay! - exclamó -. Creía que me era fiel, pero me ha olvidado.
Al día siguiente, el príncipe recorrió el mismo camino. Cuando lo tuvo cerca, dijo la moza a la ternera:
"Ternerilla, dobla la rodilla
y no olvides a tu pastorcilla,
como el príncipe olvidó
a la doncella que bajo el tilo lo esperó",
y no olvides a tu pastorcilla,
como el príncipe olvidó
a la doncella que bajo el tilo lo esperó",
Al oír él su voz, bajó la mirada y detuvo el caballo. Miró el rostro de la pastora y luego se llevó la mano a la frente, como esforzándose por recordar algo; pero enseguida reemprendió la marcha y desapareció.
- ¡Ay! - suspiró ella -. Ni siquiera me conoce ya - y sintióse mas triste que nunca.
Anuncióse para muy pronto una gran fiesta en palacio; debía durar tres días, y a ella fueron invitados todos los súbditos del Rey. "Haré el último intento", pensó la muchacha; y, cuando llegó la primera noche, levantó la piedra bajo la cual guardaba sus tesoros, sacó el vestido de los soles de oro, se lo puso y se atavió con las piedras preciosas. Soltándose la cabellera que ocultaba bajo un pañuelo, desprendiéronse largos y magníficos bucles. Entonces se encaminó a la ciudad, y, como era noche cerrada, nadie la observó. Al penetrar en la sala, espléndidamente iluminada, todos los presentes le dejaron paso asombrados, sin que nadie la reconociera. El hijo del Rey salió a recibirla, bailó con ella y quedó tan prendado de su hermosura, que ni por un momento se acordó de su novia. Al terminar la fiesta, desapareció la muchacha entre la multitud y regresó al pueblo, donde se vistió nuevamente de pastora.
Ala noche siguiente púsose el vestido de las lunas de plata y se adornó el cabello con una diadema de brillantes. Al presentarse en palacio, todas las miradas se concentraron en ella. El príncipe, embargado de amor, corrió a saludarla, bailó toda la noche con ella y no hizo caso de ninguna otra. Antes de marcharse, la obligó a prometerle que la tercera noche no faltaría a la fiesta.
Cuando se presentó por tercera vez llevaba el vestido de estrellas, que centelleaban a cada paso, y la diadema y el ceñidor eran estrellas de piedras preciosas. El príncipe llevaba larga rato aguardándola y se apresuró a salir a su encuentro.
- Dime quién eres - le preguntó -. Tengo la impresión de que te conozco desde hace mucho tiempo.
- ¿No sabes qué hice cuando te despediste de mí? - respondióle ella.
Y, acercándosele, lo besó en la mejilla izquierda. Y en el mismo momento parecióle al príncipe que se le caía una venda de los ojos, y reconoció a su verdadera prometida.
- Ven - le dijo -, no tengo por qué seguir aquí - y, tendiéndole la mano, la condujo al coche.
Como impelidos por el viento corrieron los caballos hasta llegar al palacio encantado, cuyas ventanas brillaban ya desde muy lejos. Al pasar por delante del tilo, lo vieron invadido de innúmeras luciérnagas que, sacudiendo las ramas, esparcían sus aromas. En la escalera aparecían abiertas las flores, y de las habitaciones llegaba el griterío de las aves exóticas; pero en la sala principal se hallaba reunida toda la Corte, y el sacerdote aguardaba para bendecir la unión de los dos enamorados.
- ¡Ay! - suspiró ella -. Ni siquiera me conoce ya - y sintióse mas triste que nunca.
Anuncióse para muy pronto una gran fiesta en palacio; debía durar tres días, y a ella fueron invitados todos los súbditos del Rey. "Haré el último intento", pensó la muchacha; y, cuando llegó la primera noche, levantó la piedra bajo la cual guardaba sus tesoros, sacó el vestido de los soles de oro, se lo puso y se atavió con las piedras preciosas. Soltándose la cabellera que ocultaba bajo un pañuelo, desprendiéronse largos y magníficos bucles. Entonces se encaminó a la ciudad, y, como era noche cerrada, nadie la observó. Al penetrar en la sala, espléndidamente iluminada, todos los presentes le dejaron paso asombrados, sin que nadie la reconociera. El hijo del Rey salió a recibirla, bailó con ella y quedó tan prendado de su hermosura, que ni por un momento se acordó de su novia. Al terminar la fiesta, desapareció la muchacha entre la multitud y regresó al pueblo, donde se vistió nuevamente de pastora.
Ala noche siguiente púsose el vestido de las lunas de plata y se adornó el cabello con una diadema de brillantes. Al presentarse en palacio, todas las miradas se concentraron en ella. El príncipe, embargado de amor, corrió a saludarla, bailó toda la noche con ella y no hizo caso de ninguna otra. Antes de marcharse, la obligó a prometerle que la tercera noche no faltaría a la fiesta.
Cuando se presentó por tercera vez llevaba el vestido de estrellas, que centelleaban a cada paso, y la diadema y el ceñidor eran estrellas de piedras preciosas. El príncipe llevaba larga rato aguardándola y se apresuró a salir a su encuentro.
- Dime quién eres - le preguntó -. Tengo la impresión de que te conozco desde hace mucho tiempo.
- ¿No sabes qué hice cuando te despediste de mí? - respondióle ella.
Y, acercándosele, lo besó en la mejilla izquierda. Y en el mismo momento parecióle al príncipe que se le caía una venda de los ojos, y reconoció a su verdadera prometida.
- Ven - le dijo -, no tengo por qué seguir aquí - y, tendiéndole la mano, la condujo al coche.
Como impelidos por el viento corrieron los caballos hasta llegar al palacio encantado, cuyas ventanas brillaban ya desde muy lejos. Al pasar por delante del tilo, lo vieron invadido de innúmeras luciérnagas que, sacudiendo las ramas, esparcían sus aromas. En la escalera aparecían abiertas las flores, y de las habitaciones llegaba el griterío de las aves exóticas; pero en la sala principal se hallaba reunida toda la Corte, y el sacerdote aguardaba para bendecir la unión de los dos enamorados.
Жила когда-то на свете девушка, была она молодая и красивая. Мать у нее умерла рано, и мачеха всячески ее обижала и преследовала. Когда мачеха поручала ей работу, то какой бы ни была она трудной, девушка за нее бралась и исполняла все, что было в ее силах. Но этим она не могла тронуть сердце злой женщины: та всегда была недовольна и все ей было мало. Чем прилежней девушка работала, тем больше ей поручали, и мачеха только о том и думала, как бы это ее побольше нагрузить работой и сделать ей жизнь возможно тягостней.
Как-то раз мачеха ей и говорит:
- На тебе двенадцать фунтов перьев, ты должна их мне обобрать, и если нынче к вечеру ты с этим не управишься, то смотри, будешь бита как следует. Ты думаешь, весь день можно лентяйничать?
Уселась девушка за работу, но лились по щекам у нее слезы, - она знала наперед, что закончить всю работу за день все равно невозможно. Вот лежит перед ней ворох перьев, она то вздохнет, то стиснет от страха руки, и разлетятся перья, и надо ей снова их собирать и начинать все сызнова. Оперлась она локтями на стол, закрыла руками лицо и воскликнула:
- Неужто нет никого на божьем свете, кто надо мной бы сжалился? - И вот услыхала она чей-то нежный голос, и молвил он ей:
- Дитя мое, успокойся, я пришла тебе помочь.
Подняла девушка голову, видит - стоит около нее старуха. Она ласково взяла девушку за руку и сказала:
- А ты расскажи мне все, что тебя огорчает.
А так как та обратилась к ней ласково, то и рассказала ей девушка про свою горестную жизнь: что поручают ей, мол, одну за другой тяжелую работу и что не может она никак с той работой управиться.
- Вот как не управлюсь я нынче к вечеру с этими перьями, то мачеха меня изобьет, - она мне грозилась, и я знаю, что слово свое она сдержит.
Потекли у девушки снова слезы, но добрая старуха сказала:
- Не беспокойся, дитя мое, отдохни, а я тем временем твою работу сделаю.
Легла девушка в постель и вскоре уснула. А старуха подсела к столу, где лежали перья, и - ах! как начал облетать с них пух, - а она еле-еле притрагивалась к ним своими худыми пальцами. И обобрала она вскоре все двенадцать фунтов перьев. Проснулась девушка, глядь - лежат большие белоснежные груды пуха, в комнате все прибрано чисто и старухи уж нету. Поблагодарила девушка бога, сидит себе тихонько, вечера дожидается. Вошла мачеха и удивилась, что вся работа выполнена.
- Вот видишь, Трулле, - сказала она, - как можно много сделать, ежели быть прилежной. Но разве нельзя было приняться потом за какую-нибудь другую работу? А ты вот сидишь сложа руки.
Вышла мачеха из комнаты и говорит:
- Эта тварь могла бы заработать побольше, чем на хлеб, надо ей будет поручить работу потяжелей.
- Эта тварь могла бы заработать побольше, чем на хлеб, надо ей будет поручить работу потяжелей.
На другое утро кликнула она девушку и говорит:
- На тебе ложку и вычерпай ею большой пруд, что около сада. А ежели к вечеру с этим делом не управишься, то ты знаешь сама, что будет тебе за это.
- На тебе ложку и вычерпай ею большой пруд, что около сада. А ежели к вечеру с этим делом не управишься, то ты знаешь сама, что будет тебе за это.
Взяла девушка ложку, видит - вся она дырявая, да если и была бы она целая, то все равно никогда бы ей пруда той ложкою не вычерпать. Принялась она немедля за работу, стала на колени у самой воды, льются у девушки слезы, но начала она воду черпать. Вдруг явилась снова добрая старуха, доведалась про ее горе и говорит:
- Утешься, дитя мое, ступай в кусты да ложись и поспи себе там, а я уж твою работу выполню.
- Утешься, дитя мое, ступай в кусты да ложись и поспи себе там, а я уж твою работу выполню.
Осталась старуха одна, и только к пруду дотронулась, как поднялась вода, словно пар, ввысь и с облаками смешалась. Мало-помалу пруд обмелел. Проснулась девушка перед заходом солнца, подошла к пруду и видит на том месте одних только рыб, что в тине барахтаются. Пошла она к мачехе и показала ей, что работу она свою исполнила.
- Тебе давно бы пора эту работу закончить, - сказала мачеха, а сама от досады вся побледнела и надумала кое-что другое.
Вот и говорит она на третье утро девушке:
- Ты должна мне в той вон долине замок красивый выстроить; да смотри, чтоб к вечеру был он готов.
- Ты должна мне в той вон долине замок красивый выстроить; да смотри, чтоб к вечеру был он готов.
Испугалась девушка и говорит:
- Как же я смогу сделать такую большую постройку?
- Не люблю, когда мне перечат! - крикнула мачеха. - Могла дырявой ложкой пруд вычерпать, можешь и замок построить! Я сегодня же хочу в нем поселиться, и ежели будет там чего недоставать, хотя бы самой небольшой мелочи на кухне или в подвале, то ты ведь знаешь, что будет тебе за это.
- Как же я смогу сделать такую большую постройку?
- Не люблю, когда мне перечат! - крикнула мачеха. - Могла дырявой ложкой пруд вычерпать, можешь и замок построить! Я сегодня же хочу в нем поселиться, и ежели будет там чего недоставать, хотя бы самой небольшой мелочи на кухне или в подвале, то ты ведь знаешь, что будет тебе за это.
Прогнала она девушку из дому, и когда та пришла в долину, лежали там кучами одни только огромные валуны: даже собрав все свои силы, она не смогла бы ни одного из них сдвинуть. Села девушка на землю и заплакала, но она надеялась на помощь доброй старухи. А та долго ждать себя не заставила, пришла и говорит ей в утешение:
- А ты ложись в тень да поспи, я уж тебе замок построю. Если тебе это будет на радость, то можешь в нем и жить.
- А ты ложись в тень да поспи, я уж тебе замок построю. Если тебе это будет на радость, то можешь в нем и жить.
Когда девушка ушла, прикоснулась старуха к серым валунам. И они тотчас задвигались, сомкнулись и стали так, будто какие-нибудь великаны стену воздвигли; потом стало строиться и здание, и было похоже, будто бесчисленные руки работают незримо и укладывают камень на камень. Дрожала земля, большие столбы сами собой воздвигались вверх и становились в порядке один за другим. Укладывалась на крыше, как должно, черепица, и когда наступил полдень, наверху башни уже вертелась большая флюгарка в виде золотой девушки в развевающейся одежде. А к вечеру была закончена отделка и внутренних покоев замка. Как все это умудрилась сделать старуха, не знаю, но были стены комнат шелком и бархатом обтянуты, и стояли пестротканые стулья, а у мраморных столов богато украшенные кресла; хрустальные люстры свешивались с верхних ярусов и отражались на гладком полу; сидели зеленые попугаи в золотых клетках, прекрасно распевали разные диковинные птицы, и все было полно великолепия и пышности, будто здесь должен был поселиться какой-нибудь король. Когда девушка проснулась, солнце собиралось уже заходить, и перед ее глазами сверкал блеск тысяч свечей. Она быстрыми шагами подошла ближе и вступила через открытые ворота в замок. Лестница была покрыта красным сукном, а у золотых перил стояли цветущие деревья. Как увидела девушка всю роскошь комнат, так и застыла от удивленья. Кто знает, как долго стояла бы она, если бы не вспомнила о мачехе. "Ах, - молвила девушка про себя, - если бы, наконец, она осталась этим довольна и перестала бы меня мучить!" Пошла девушка и объявила мачехе, что замок уже готов.
- Я тотчас там и поселюсь, - сказала мачеха, поднимаясь со своего кресла.
Когда она вошла в замок, ей пришлось заслонить рукою глаза, так ослепило ее сиянье.
- Вот видишь, - обратилась она к девушке, - как все это было для тебя легко, надо было тебе поручить что-нибудь потруднее.
Она обошла все комнаты и заглянула во все утолки, может, чего не хватает, но ничего такого она выискать не могла.
- А теперь давай спустимся вниз, - сказала она, посмотрев на девушку злыми глазами, - ведь кухня и погреб еще не осмотрены, и если ты что позабыла, то не уйти тебе от наказания.
Но в плите горел огонь, в горшках варилась разная пища, щипцы и ухват стояли у печки, а вдоль стен была расставлена на полках блестящая утварь из желтой меди. Все было тут, даже совок для угля и ведра для воды.
- А где вход в подвал? - спросила мачеха. - Если он не уставлен богато винными бочками, то плохо тебе придется.
Она подняла сама тяжелый люк и спустилась по лестнице вниз; но только ступила она два шага, как тяжелая дверь упала - она была едва прислонена. Услыхала девушка крик, быстро подняла люк, чтоб помочь ей, и вдруг видит, что лежит мачеха мертвая на земле в подвале.
И вот принадлежал теперь великолепный замок только одной девушке. На первых порах она не могла свыкнуться со своим счастьем; в шкафах висели прекрасные платья, а лари и сундуки были полны золота и серебра или жемчугов и драгоценных камней, и нельзя было придумать такого желанья, которое не могло бы исполниться. И разошлась вскоре молва про красоту и богатство девушки по всему свету. Что ни день, являлись к ней женихи, но ни один из них ей не нравился. Явился, наконец, сын одного короля, он сумел тронуть ее сердце, и она с ним обручилась. Росла в замковом саду зеленая липа, и сидели они однажды под липой вдвоем, и он сказал ей:
- Я собираюсь поехать домой, чтоб получить у отца согласие на наш брак; подожди меня здесь, под этою липой, через несколько часов я вернусь назад.
- Я собираюсь поехать домой, чтоб получить у отца согласие на наш брак; подожди меня здесь, под этою липой, через несколько часов я вернусь назад.
Девушка поцеловала его в левую щеку и сказала:
- Будь мне верен, да смотри, чтоб никто не целовал тебя в эту щеку. Я буду тебя дожидаться под липой, пока ты не вернешься.
- Будь мне верен, да смотри, чтоб никто не целовал тебя в эту щеку. Я буду тебя дожидаться под липой, пока ты не вернешься.
Осталась девушка сидеть под липой, пока не зашло солнце, но жених назад не вернулся. Она просидела целых три дня с утра до самого вечера и ждала его, но напрасно. Когда он не вернулся и на четвертый день, она сказала:
- Пожалуй, с ним случилось какое-нибудь несчастье. Я пойду его искать, и до той поры не вернусь, пока его не найду.
- Пожалуй, с ним случилось какое-нибудь несчастье. Я пойду его искать, и до той поры не вернусь, пока его не найду.
Она уложила в платок три прекрасных платья - одно с вытканными на нем сияющими звездами, второе с серебряными лунами и третье с золотыми солнцами, - увязала в платок целую пригоршню драгоценных камней и отправилась в путь-дорогу.
Она всюду спрашивала про своего жениха, но никто его не видал, никто ничего о нем не знал. Обошла она дальние земли, по всему свету странствуя, но его не нашла. Нанялась она, наконец, к одному крестьянину в пастушки, а платья свои и драгоценные каменья закопала в платке под камнем.
Она стала теперь пастушкой, пасла свое стадо, грустила и тосковала по своему возлюбленному. Был у нее теленочек, он к ней привык, кормился у нее с руки, и когда она говорила:
На колени стань, мой миленький телок,
Не забудь свою пастушку долгий срок,
Как забыл вон королевич про невесту,
Что сидела с ним под липою все вместе, -
становился теленочек на колени, и она его гладила.
Не забудь свою пастушку долгий срок,
Как забыл вон королевич про невесту,
Что сидела с ним под липою все вместе, -
становился теленочек на колени, и она его гладила.
Прожила она так несколько лет в одиночестве и горе, и вот разошелся по той земле слух, что собирается дочь короля праздновать свадьбу. А дорога в город проходила мимо деревни, где жила девушка, и случилось так, что, когда она гнала однажды свое стадо в поле, проезжал в это время жених. Он гордо сидел на коне и даже на нее не глянул; но она посмотрела на него и узнала в нем своего возлюбленного. И точно острым ножом полоснуло ее по сердцу. "Ах, - сказала она, - я думала, что он останется мне верным, а он меня позабыл!"
На другой день жених проезжал той же дорогой. Когда он находился от нее вблизи, она сказала теленочку:
На колени стань, мой миленький телок,
Не забудь свою пастушку долгий срок,
Как забыл вон королевич про невесту,
Что сидела с ним под липою все вместе.
Не забудь свою пастушку долгий срок,
Как забыл вон королевич про невесту,
Что сидела с ним под липою все вместе.
Услыхал он голос, глянул вниз и придержал коня. Посмотрел он в лицо пастушки, приложил руку ко лбу, будто собираясь что-то припомнить, но быстро помчался дальше и вскоре скрылся из вида.
"Ах, - сказала она,- он меня не узнаёт!" - и она загрустила еще больше.
Вскоре после того при королевском дворе должны были целых три дня подряд праздновать пышный праздник, на который была приглашена вся земля. "Попытаю последнее средство", - подумала девушка.
С наступлением вечера она направилась к камню, где были зарыты ее драгоценности. Достала она платье с золотыми солнцами, надела его и украсила себя драгоценными камнями. Волосы, которые она прежде прятала под платком, она распустила, они, падали вниз длинными локонами, и она направилась в город, и в темноте ее никто не заметил. Она вошла в ярко освещенный зал, и все в удивленье расступились перед нею, но никто не знал, кто она такая. Вышел навстречу ей королевич, но ее не узнал. Он повел ее танцевать и был так восхищен ее красотой, что про свою невесту и думать позабыл. Когда кончился праздник, она исчезла в толпе и поспешила до рассвета вернуться в деревню, где одела снова свое пастушеское платье.
На другой вечер она достала платье с серебряными лунами и украсила волосы полумесяцем из драгоценных камней. Когда она явилась на праздник, все взоры были обращены на нее, и королевич поспешил ей навстречу; охваченный любовью, он танцевал только с нею одной и не глядел ни на кого из девушек. Но прежде чем уйти, она должна была ему пообещать явиться на праздник еще раз, в последний вечер.
Пришла она в третий раз, было на ней звездное платье, и сверкало оно при каждом движенье; повязка на голове у нее и пояс были тоже все в звездах из драгоценных камней. Уже долго дожидался ее королевич и бросился к ней навстречу.
- Ты мне только скажи, кто ты? - спросил он ее. - Мне кажется, что будто я давным-давно тебя знаю.
- А разве ты позабыл, что я сделала, когда ты со мной расставался?
И он подошел и поцеловал ее в левую щеку; и в этот миг будто пелена спала у него с глаз, и он узнал свою настоящую невесту.
- Идем, - сказал он ей, - мы здесь не останемся, - он подал ей руку и повел ее в карету.
Точно запряженные вихрем, мчались кони к чудесному замку. Уже издали поблескивали освещенные окна. Когда они проезжали мимо липы, вокруг нее поднялось множество светлячков и она замахала своими ветвями и начала благоухать. На лестнице зацвели цветы, из комнаты доносилось пение диковинных птиц, а в зале собрался весь двор и ожидал священник, чтоб обвенчать жениха с настоящей невестой.