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Cuentos de Grimm
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Cuentos de Grimm: Cuentos infantiles y del hogar
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081
Hermano Alegre
Hubo una vez una gran guerra, terminada la cual, fueron licenciados muchos soldados. Entre ellos estaba el Hermano Alegre, que, con su licencia, no recibió más ayuda de costas que un panecillo de munición y cuatro cruzados. Y con todo esto se marchó. Pero San Pedro se había apostado en el camino, disfrazado de mendigo, y, al pasar Hermano Alegre le pidió limosna.
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082
El jugador
Érase una vez un hombre que en toda su vida no hizo sino jugar; por eso lo llamaba la gente Juan "el jugador," y, como nunca dejó de hacerlo, perdió en el juego su casa y toda su hacienda. He aquí que el último día, cuando ya sus acreedores se disponían a embargarle la casa, se le presentaron Dios Nuestro Señor y San Pedro, y le pidieron refugio por una noche.
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083
Juan con suerte
Juan había servido siete años a su amo, y le dijo: - Mi amo, he terminado mi tiempo, y quisiera volverme a casa, con mi madre. Pagadme mi soldada. Respondióle el amo: - Me has servido fiel y honradamente; el premio estará a la altura del servicio - y le dio un pedazo de oro tan grande como la cabeza de Juan.
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084
Juan se casa
Había una vez un joven campesino llamado Juan, a quien un primo suyo se empeñó en buscarle una mujer rica. Hizo poner a Juan detrás del horno bien caliente. Trajo luego un tarro con leche y una buena cantidad de pan blanco y, poniéndole en la mano una reluciente perra gorda recién acuñada, le dijo: - Juan, no sueltes la perra gorda, y, en cuanto al pan, desmigájalo en la leche.
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085
Los niños de oro
Éranse un hombre y una mujer muy pobres; no tenían más que una pequeña choza, y sólo comían lo que el hombre pescaba el mismo día. Sucedió que el pescador, al sacar una vez la red del agua, encontró en ella un pez de oro, y mientras lo contemplaba admirado, púsose el animal a hablar, y dijo: - Óyeme, pescador; si me devuelves al agua, convertiré tu pobre choza en un magnífico palacio.
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086
La zorra y los gansos
Llegó un día una zorra a un prado donde había una manada de gansos gordos y hermosos y, echándose a reír, dijo: - Llego a punto, pues os encuentro a todos reunidos tan lindamente, para merendarme uno tras otro. Los gansos, asustadísimos, pusieron el grito en el cielo, se alborotaron y se deshicieron en lamentaciones y súplicas.
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087
El pobre y el rico
Hace ya muchísimo tiempo, cuando Dios Nuestro Señor andaba aún por la Tierra entre los mortales, un atardecer se sintió cansado y le sorprendió la oscuridad antes de encontrar albergue. He aquí que encontró en su camino dos casas, una frente a la otra, grande y hermosa la primera, pequeña y de pobre aspecto la segunda. Pertenecía la primera a un rico, y la segunda, a un pobre.
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088
La alondra cantarina y saltarina
Érase una vez un hombre que, antes de salir para un largo viaje, preguntó a sus tres hijas qué querían que les trajese. La mayor le pidió perlas; la segunda, diamantes; pero la tercera dijo: - Padre querido, yo deseo una alondrita que cante y salte. Respondióle el padre: - Si puedo encontrarla, la tendrás -y, besando a las tres, se marchó.
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089
La pastora de ocas
Vivía una vez una anciana reina, viuda desde hacía muchos años, que tenía una hija muy hermosa.
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090
El joven gigante
Un campesino tenía un hijo que no abultaba más que el dedo pulgar; no había manera de hacerlo crecer, y, al cabo de varios años, su talla no había aumentado ni el grueso de un cabello. Un día en que el campesino se disponía a marcharse al campo para la labranza, díjole el pequeñuelo: - Padre, déjame ir contigo. - ¿Tú, ir al campo? - replicó el padre.
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091
El gnomo
Vivía una vez un rey muy acaudalado que tenía tres hijas, las cuales salían todos los días a pasear al jardín. El Rey, gran aficionado a toda clase de árboles hermosos, sentía una especial preferencia por uno, y a quien tomaba una de sus manzanas lo encantaba, hundiéndolo a cien brazas bajo tierra. Al llegar el otoño, los frutos colgaban del manzano, rojos como la sangre.
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092
El rey de la montaña de oro
Un comerciante tenía dos hijos, un niño y una niña, tan pequeños que todavía no andaban.
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093
El cuervo
Había una vez una reina que tenía una hijita de corta edad, a la que se tenía que llevar aún en brazos.
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094
La campesina prudente
Érase una vez un pobre campesino que sólo tenía una casita, en la que vivía con su única hija. Díjole ésta: - Deberíamos pedir al Señor Rey un trocito de tierra baldía. Al conocer el Rey su mísera situación, les regaló un trozo de prado, que padre e hija labraron con la idea de plantar en él un poco de grano. Cuando ya casi lo tenían todo arado, encontraron en la tierra un almirez de oro puro.
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095
El viejo Hildebrando
Había una vez un campesino y una campesina. Al cura delpueblo le gustaba mucho la campesina y siempre estabadeseando pasar, siquiera una vez, un día entero con ella asolas, divirtiéndose los dos, y a la campesina, bueno, tambiénle hubiese gustado. Así que un día le dijo a ella: Bien, mi querida campesina, ya he planeado cómo podemos estar juntos todo el día pasándolo bien.
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096
Los tres pajarillos
Hará cosa de mil años, o tal vez más, que en estas tierras había muchos reyezuelos. Uno de ellos vivía en Teuteberg y era aficionado a la caza.
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097
El agua de la vida
Hubo una vez un rey que enfermó gravemente. No había nada que le aliviara ni calmara su dolor. Después de mucho deliberar, los sabios decidieron que sólo podría curarle el agua de la vida, tan difícil de encontrar que no se conocía a nadie que lo hubiera logrado. Este rey tenía tres hijos, el mayor de los cuales decidió partir en busca de la exótica medicina.
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098
El doctor Sabelotodo
Érase una vez un pobre campesino, llamado Cangrejo que se fue a la ciudad guiando un carro tirado por dos bueyes a venderle a un doctor una carretada de leña por dos ducados. Mientras se le pagaban sus dineros el doctor se encontraba precisamente comiendo; cuando vio el campesino lo bien que comía y bebía le entró envidia y pensó que también él quisiera ser doctor.
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099
El espíritu embotellado
Érase una vez un pobre leñador que trabajaba desde la madrugada hasta bien entrada la noche. Habiendo conseguido, al fin, reunir un poco de dinero, manifestó a su hijo: - Tú eres mi hijo único; el dinero que he logrado ahorrar con mis sudores, voy a gastarlo en tu instrucción.
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100
El mugriento hermano del diablo
Un militar licenciado no tenía con que vivir ni encontraba medio de resolver su apurada situación. Fuese al bosque, y, al cabo de un rato de andar por él, se le presentó un enano, que era el diablo. Díjole el hombrecillo: - ¿Qué te ocurre? Pareces muy melancólico. Y el soldado le respondió: - Tengo hambre y estoy sin dinero.
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